Hoy vengo a compartir algo que puede resultar un poco contradictorio. Muy a menudo, nuestro excesivo lado racional nos ha llevado a la creencia casi incuestionable de que nuestros pensamientos son verdades absolutas, es decir, lo que pienso es cierto, es exactamente lo que sucede, sucedió o sucederá y nuestro lado racional «nunca» se equivoca. Rumiamos y le damos vueltas y vueltas a esas ideas que aparecen de manera descontrolada en nuestra mente, provocando inevitablemente estados de ánimo y emociones en ocasiones muy desagradables….
Déjame explicarte que no es así, al menos no siempre.
Nuestros pensamientos están teñidos por experiencias, creencias y emociones, por tanto, se tratan de percepciones de la realidad subjetivas. Algunas de estas creencias han sido configuradas en etapas tempranas, han sido transmitidas y aprendidas por exposición. Algunas de esas creencias describen de manera generalista el mundo y otras conforman nuestro propio sentido de identidad. Quienes somos. Hasta aquí bien, sin embargo, algunas de estas creencias han “programado” nuestro cerebro durante años y se han ido reforzando con el tiempo. Algunas de ellas puede que sean ciertas por supuesto e incluso positivas y motivantes. Pero muchas otras pueden llegar a ser muy limitantes y en general suelen hacer referencia a estos 3 aspectos:
- Creencias relacionadas con nuestras capacidades: ej. “no soy capaz de hablar en público”, “a mi edad no conseguiré el trabajo que siempre he querido”, “soy tonto, no valgo para estudiar”, “soy un fracasado”, “no sé sacar buenos temas de conversación”…
- Creencias relacionadas con la (im)posibilidad: ej. “es imposible ser feliz sin un buen sueldo”, “es imposible confiar en los demás”, “no puedo perdonar»…
- Creencias relacionadas con en sentido de justicia y merecimiento: ej. “no merezco este ascenso, no estoy a la altura”, “solo con sacrificio y esfuerzo se consiguen las cosas”, “no merezco que me quieran, estoy roto/a”…
Como puedes ver, estás pueden dar lugar a patrones de pensamiento negativos y distorsionados, incluso prejuicios y “verdades rígidas” que afectan enormemente nuestra percepción de valía, seguridad y amor propio.
Pero no solo eso, además, nuestro cerebro se encargará siempre de filtrar la infinidad de información que recibe cada segundo, y procesará solamente aquella información que es congruente con esas creencias. De esta manera pondrá el foco en aquellos estímulos que concuerdan y activan esas creencias y patrones neuronales conocidos. Prestaremos de esta forma atención a aquellos aspectos negativos y limitantes, sin apenas cuestionarlos y todo esto sucede casi sin darnos cuenta.
Nuestro diálogo interno, a menudo, esta marcado por estas creencias que pueden llegar a provocar mucho dolor, a paralizar, a impedir la aceptación y a focalizar toda nuestra energía, sin la posibilidad de elaborar sucesos pasados con una mirada más compasiva y realista.
Pero sobre todo, no tener conciencia de nuestros pensamientos, impide que se cree ese espacio para la reflexión, para el cuestionamiento y para una mirada menos enjuiciadora.
¿Y qué podemos hacer para no dejarnos arrastrar por estos pensamientos?
1. Cultivar una mente calma
“Es como imaginar el mar con las aguas turbias, no se puede ver el fondo, incluso se ve oscuro, caótico, incontrolable. Pero cuando esas aguas se calman, de repente en ese mismo mar podemos ver a través del agua cristalina cada detalle, podemos entrar en él con tranquilidad y observar” . Para poder reconocer esos pensamientos primero necesitamos regular nuestro sistema nervioso, apagar el botón de alarma y observarlos desde un lugar seguro. Y como todo, requiere práctica.
2. Practicar la respiración consciente
La respiración nos conecta con el cuerpo, nos ayuda a disminuir el ruido mental y observar con mayor claridad y presencia que esta sucediendo en nuestro mundo interno. Además, la respiración profunda ayuda a estimular y activar el sistema nervioso parasimpático, relacionado con estados de relajación y conexión (vs alerta/lucha)
3. Promover la flexibilidad cognitiva
La flexibilidad cognitiva (vs dogmatismo y rigidez) es el mejor aliado para permitirte explorar y es sin duda, un factor protector en momentos de adversidad y malestar. Mirar desde otro ángulo, mostrar curiosidad y deseo de comprender el porqué de ese pensamiento, aceptarlo, acogerlo y soltarlo, si ya no te hace bien, es el mayor ejercicio de amor y respeto hacía uno mismo. Somos seres humanos en constante evolución y cambio.
4. El ejercicio del autoconocimiento
Ligado al anterior, solo a través del conocimiento, la consciencia y la aceptación, abriremos espacio para resignificar y dar cabida a pensamientos más ajustados a la realidad. Recuperaremos mayor control y bienestar.
5. Y por supuesto, preferiblemente que sea acompañadx, desde la validación, la compasión y el sostén de un vínculo seguro. Somos seres relacionales y nos necesitamos. Pero de esto último, hablaré más adelante de manera más extensa.
Y ahora, ¿crees que es cierto todo lo que piensas?
¿Crees que te esta dañando o esta afectando a tu forma de relacionarte?
¿Te has sentido identificadx?
Es completamente normal porque a todas las personas nos pasa; el malestar surge cuando no tenemos ninguna conciencia o control de estos pensamientos y prácticamente dirigen nuestra vida.
Si necesitas, estoy aquí,
Te escucho,
Te acompaño,
Con cariño,
Coral