No tener ganas de sexo te puede hacer sentir como que eres un bicho raro. Tanto en hombres como en mujeres este es un sentimiento habitual que me encuentro en la consulta de terapia sexual y en terapia de pareja. “El sexo me gusta pero no me apetece”, “me siento apagada”, “no me surge de manera natural” o “mi pareja es más activa que yo”, son algunas de las primeras quejas que la gente expresa cuando les pregunto por los motivos por los que vienen a terapia.
Mucha gente viene ya autodiagnosticada con falta de deseo sexual. Sin embargo, cuando empiezas a tirar del hilo para ver de dónde puede venir esa falta de deseo, se ve que las causas son más remotas de lo que pensaban y, cuando se entiende, se dan cuenta de que tiene sentido que no les apetezca tener relaciones sexuales.
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En el artículo de hoy, os quiero explicar las diversas causas que pueden llevar a alguien a sentir falta de deseo sexual, qué se esconde tras esa falta de deseo y cómo causas y consecuencias confluyen tanto que, a veces, nos cuesta distinguir qué empezó primero: si la falta de deseo sexual o los problemas en la relación.
¿Cómo funciona el deseo sexual?
El deseo sexual funciona de distinta manera en cada persona. No solo eso, sino que puede cambiar su funcionamiento según la etapa vital en la que te encuentres (de hecho, es lo más natural), según lo que esté ocurriendo a tu alrededor o del estilo de vida que lleves. Además, tendemos a pensar que funciona distinto en hombres y mujeres. Salvando las diferencias biológicas que ya conocemos, lo cierto es que incluso en cómo es el deseo de todos los géneros hay mucha diversidad. No caigamos en la trampa de que como hombres lo normal es tener mucho deseo y como mujeres tener mucho deseo es raro o poco habitual.
En cambio, no son pocas las mujeres que atiendo que se sienten raras o incluso culpables consigo mismas por no tener deseo sexual. Dentro de una pareja siempre va a haber una de las partes que tenga más deseo sexual que la otra. Con lo cual, cuando decimos que tenemos poco o mucho deseo es porque lo estamos comparando, pero ¿comparando respecto a qué? No tener el mismo deseo sexual no hace a una pareja incompatible. Significa que las partes se tendrán que adaptar y empatizar unas con otras.
En sexología, decidimos dividir el deseo sexual en dos tipos. Y la verdad que no fuimos muy originales a la hora de nombrarlos: tenemos el deseo tipo I (uno) y deseo tipo II (dos). El deseo tipo I es aquel que surge como de la nada o rápidamente tras haber visto un estímulo sexual que te excite (por ejemplo, tu pareja sexual). A mí me gusta llamarlo también deseo adolescente, como cuando las hormonas estaban a flor de piel y cualquier cosa te daba ese calentamiento corporal. El deseo tipo I es el que está más presente en los inicios de una relación o cuando cambiamos de pareja sexual. Estamos conociendo a alguien y la novedad tiene un efecto muy potente en nuestro cuerpo y nuestro deseo.
Por otro lado, el deseo tipo II es aquel que surge una vez se han iniciado los juegos eróticos: el flirteo, el acercamiento, los juegos, las caricias, los abrazos, los besos. Parece que de primeras nada te pedía este juego, pero una vez empiezas va llegando la excitación. La rapidez con que este tipo de deseo sexual aparezca dependerá del tiempo que lleves con esa persona, las circunstancias que te rodeen en ese momento u otros factores como la edad.
¿Qué pasa cuando ninguno de los dos tipos de deseo están ya presentes? Veamos que puede causar que el deseo se esfume, como si nunca hubiera existido, y qué lo mantiene.
6 Causas y sus consecuencias de la falta de deseo sexual.
Existen causas médicas y biológicas que pueden ser causa de que baje el deseo sexual. Algunos medicamentos y los anticonceptivos hormonales pueden tener como efecto secundario una disminución de la libido. Algunas enfermedades como la diabetes o algunas condiciones médicas como la menopausia o la falta de vitamina D, según algunos estudios. No obstante, en el artículo de hoy me gustaría enfocarme en las causas psicológicas, emocionales o circunstanciales.
Cuando pregunto a qué achacan que no tengan deseo algunas de sus respuestas son las siguientes:
- No me siento a gusto con mi cuerpo.
Si tienes muchos complejos corporales acompañados de una mala relación con tu propio cuerpo es probable que tengas reparos a la hora de desnudarte o de llevar a cabo determinadas prácticas eróticas. Pero, sobre todo, lo que más te costará es abandonarte a las sensaciones y te desconcentrarás porque andarás pensando en lo que no te gusta de ti. Así, tus ganas de repetir este proceso, por lógica, disminuyen. Entonces, tu problema no es la falta de deseo si no la mirada poco amable que tienes hacia tu cuerpo.
- No me apetece.
Aquí hay que distinguir en si no apetece tener relaciones sexuales o si no apetece hacer nada en general. Si la respuesta es la segunda, aquí podríamos estar ante un cuadro depresivo. Con lo cual, como comprenderéis, habría que empezar por aquí. La ansiedad y la depresión afectan sin que podamos evitarlo en nuestro deseo sexual. Si las preocupaciones nos asolan y nuestro estado de ánimo está por los suelos, es normal que el sexo no esté en lo alto de nuestra lista de prioridades.
- Ya no es como antes.
Muy típica. Cuando indago en la terapia sexual y de pareja veo mucho cómo han entrado en la rutina. Tienen relaciones en el mismo momento del día, llevan a cabo las mismas prácticas eróticas de siempre y en el mismo orden, no proponen nada que innovar,… Sabiendo lo que va a suceder el sexo se vuelve demasiado previsible y, por lo tanto, aburrido. Además, cuando se lleva tiempo con una pareja es normal que nos habituemos y esto implica que el deseo va decayendo porque, si algo no podemos recuperar con alguien con el que llevamos años al lado es la novedad.
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- No hablamos del tema.
Existen parejas que son un equipazo a la hora de resolver conflictos, hablar de cómo se sienten o, simplemente, entablando conversación. No se callan. Sin embargo, sin saber por qué en lo referente a la sexualidad son incapaces de abrir el melón. Esto enlaza con el apartado anterior, ya que, si se ha entrado en rutina y no se expresa el aburrimiento que se siente, no se puede hacer nada por solucionarlo. Por otro lado, una falta de comunicación absoluta lleva a que te distancies de su pareja, con lo cual, una vez más, el sexo o la falta de él no será tu principal problema.
- El sexo debería ser espontáneo.
Este es uno de los grandes mitos que existen sobre el sexo. Y vamos a desmontarlo. Decir que esto no es cierto no implica que tengamos que agendar las relaciones sexuales. Pero con espontáneo nos solemos referir a que debe salir solo, sin pensar. Entonces, esperamos a que apetezca (a que aparezca el deseo tipo I por arte de magia) y lo único que conseguimos con eso es esperar más aún. Acordémonos en estos momentos del maravilloso deseo tipo II. Si te acercas y empiezas, lo más probable es que el deseo y la excitación hagan acto de presencia.
- Cuando tenemos un momento se me quitan las ganas.
Seamos realistas también. Cansancio y estrés no son muy buenos compañeros del deseo sexual. Las obligaciones del día a día están ahí: una jornada intensa de trabajo, un mal día o una preocupación que te ronda la cabeza pueden influir perfectamente en tu libido. Conocer cómo funciona nuestro deseo es vital para que tengamos esto en cuenta y no nos estresemos de más cuando no tenemos ganas.
Conclusiones.
Estas son las causas más habituales que me suelen mencionar en la consulta sexológica. Existen otras como los conflictos constantes dentro de la pareja o la falta de dedicación al tiempo de calidad en pareja. Sin embargo, en estos casos no es que no se tenga deseo sexual. Se tiene, pero no se satisface porque hay problemas previos que hay que resolver antes.
Como vemos, aunque ocurre, casi nunca la respuesta es “mi pareja (ya) no me atrae”, el cual es uno de los mayores miedos que tiene la parte más deseante. Se siente rechazada y no sabe cómo gestionarlo. Esto puede generar fricciones dentro de la pareja y culpabilidad en quien no tiene ganas. Aquí es muy importante trabajar la comunicación para que estas emociones tan desagradables no vayan a más y enreden más el conflicto.
Por último, una pequeña reflexión. Estamos viviendo una supuesta revolución sexual. Digo supuesta porque hay que tener cuidado desde dónde la hacemos. Si es desde la obligación para mí no es una auténtica revolución si lo que hacemos es trasladarla al otro lado. Con la visión positiva de la sexualidad y la relativa ausencia de tabú respecto a ella escucho mucho cosas como: tengo que tener ganas de sexo, tengo que tener sexo, tengo que estar sexy. Si nos fijamos, es lo mismo, pero desde el lado opuesto que existía hace unos años: tengo que hacerme valer, no puedes acostarte con alguien en la primera cita, etc. Respetar como cada cual vive su sexualidad será clave para que se den cambios a mejor. Puedes aprender más sobre este tema en mi libro.
¿Buscas ayuda sexológica para tu falta de deseo sexual?
Antes de empezar una terapia sexual por falta de deseo sexual es imprescindible que descartemos antes cualquier causa médica. De lo contrario, aunque la terapia es valiosa en sí misma, puede ser que el trabajo esté cayendo en saco roto. Si quieres empezar terapia sexual o terapia sexual y de pareja puedes pedir cita aquí.
Referencias bibliográficas.
de Dios Blanco, E., Navarro, A. D., & Zuasnábar, L. R. (2016). Trastorno de deseo sexual hipoactivo femenino y masculino. Revista sexología y sociedad, 22(2).
Asensio, E. C. (2017). Terapia sexual en pareja. Síntesis.
Espitia de la Hoz, F. J. (2020). Déficit de vitamina D en hombres y mujeres con deseo sexual hipoactivo: Estudio de prevalencia. Revista Médica de Risaralda, 26(2), 123-129.