La idealización y apego tras la ruptura
Es muy probable que el título de este artículo, «Nunca encontraré a alguien como tú», os resulte familiar. Suena a la típica telenovela empalagosa donde a la posible pareja le acontecen todas las penurias que a los guionistas les dieron oportunidad de incluir en la serie. Aun así, aunque nos cueste reconocerlo, y fuera de contexto nos resulte ridículo, más de uno lo hemos pensado en más de una ocasión.
A veces nos regodeamos emocionalmente en una ruptura, obviando la evidencia biológica de que no existen dos personas idénticas.
Nuestro ego aplaude con canciones como “Someone like you” de Adele o “Nothing compares to you” de Prince. La historia de la composición de esta última canción es curiosa. El cantante se la dedicó a la hermana gemela de su guitarrista. Y es que literalmente no existen dos personas idénticas. Aunque estas hermanas y todos los gemelos monocigóticos nazcan con el mismo genoma (el mismo ADN, la misma información genética), las diferentes percepciones del mundo configuran una personalidad distinta y una activación de neurotransmisores especial para cada individuo, que dará lugar a una manifestación del material genético también diferente. A todo esto, habría que añadir las diferencias conductuales que cada hermano vaya adoptando, cada vez más sofisticadas y más diferenciadas. En conclusión, podemos afirmar que no hay nadie como tú, ni como yo, ni como el vecino del cuarto… De hecho, no hace falta ni ser de una especie de ornitorrinco en peligro de extinción para ser único.
Las personas con sus defectos y virtudes, no llegan a nosotros por casualidad.
Si hacemos una lista con las cualidades de las parejas, amantes y amigos con los que hemos tenido o mantenemos una conexión especial o que nos han marcado de alguna manera, observaremos una circunstancia muy interesante. Las cualidades que de cada uno hayamos enumerado, van en consonancia con los valores de tu vida que atraíamos en ese momento como preponderantes, ya fuera por afinidad o por complementariedad, por complicidad o por buscar en el otro lo que solo /sola creíamos no tener, ya fuera atraídas inconscientemente por nuestro pasado y/o conscientemente por el futuro que queríamos forjar en el presente. Este ejercicio nos muestra que atraemos las personas con las que nos relacionamos, que son justo las que necesitamos en nuestro camino.
Olvidamos que el instinto ejerce una gran influencia inconsciente en el proceso de selección de pareja.
A la hora de relacionarnos sentimentalmente, la atracción instintiva que sentimos hacia una persona en concreto, nos influye en la idea de pensar en su exclusividad. Fuera de toda lógica, el olor, el “ese no sé qué, que qué se yo”, son decisores inconscientes en nuestras relaciones amorosas. La causa son las feromonas, señales ancestrales del olvidado olfato que nos ayudaban a elegir los varones y las hembras con las que hubiéramos compatibilizado mejor para engendrar hijos sanos, con pocas posibilidades de manifestar enfermedades genéticas en la descendencia (diferentes genes recesivos). Este radar natural lo capamos con colonias, alejándonos del instinto natural en nuestra actual sociedad “avanzada” y tecnológica.
Encontrar a alguien diferente es una suerte.
En definitiva, reitero la idea de que “nunca encontraré a nadie como tú”. Lo que sí encontraremos es a alguien diferente que también será único, que no será ni mejor ni peor, y que estará en una frecuencia parecida a la nuestra, acorde a nuestro grado de consciencia. Lo que provocará que en esa sintonía saquemos nuestras luces y nuestras sombras, y las del otro, y así tengamos la oportunidad de comprenderlas, aceptarlas y desde la valoración, integrarlas en nuestra relación con nosotros mismos y con el otro.
El dolor no es sinónimo de sufrimiento.
Estas ideas no nos libran del dolor por arte de magia, pero si lo pueden atenuar. Librarnos del dolor, sería librarnos también del goce y la alegría. El dolor no es exactamente sufrimiento. El sufrimiento es la falta de aceptación de lo que es. Una percepción alejada de lo que es, es lo que nos produce sufrimiento, y es lo que acontece en el fenómeno de la idealización. Esa persona que después de un proceso de ruptura ya no está con nosotros, no es un mago o una maga que con su varilla nos otorgó en su día el don de la felicidad. La responsabilidad de nuestra felicidad es sólo nuestra. En los procesos de idealización no dejamos el espacio suficiente para una aceptación sana de la separación, porque quedamos anclados en una relación irreal, con una persona a la que le atribuimos unas cualidades inexistentes que bloquean y distorsionan en el proceso de soltar a esa expareja que colocamos en un altar imaginario. Sólo desde una visión nítida y lejos de la distorsión de la idealización puede crecer una relación y superar una separación.
El amor está en nosotros.
El amor no se lo lleva esa persona “excepcional” e “inalcanzable” que ya no está en nuestra vida, y volverá a aflorar cuando así lo sintamos atrayendo en el momento adecuado a la persona que pueda sea nuestro perfecto reflejo. ¿Por qué seguimos aferrados a esa persona? ¿Qué beneficio sacamos con ello? ¿Es una excusa para enfrentarnos a algo?
Cuando la idealización se descontrola damos paso a la obsesión
En referencia a esta última, en las relaciones, desde el punto de vista espiritual, incluso en el caso de que consideremos que esa persona ya ha sido nuestra pareja kármica en otra vida. Si abandona nuestra vida actual es con el objetivo de dejar espacio a otras vivencias, a otras personas elegidas para nuestro aprendizaje y crecimiento. En relación también a la obsesión, y tal como explica el libro “No pienses en elefantes” de George Lakoff. Sobre el lenguaje y debate político, las palabras no son inocentes. El hecho de hablar de “elefantes”, igual que el hecho de hablar de las cualidades enfatizadas de nuestra expareja, hace que se evoquen, que se les otorguen una validez, y que en realidad pueden no existir o puede que las hayamos enfatizado. También ocurre el fenómeno de programación neurolingüística de no detección del “no” y “nunca” en la frase. Así contra más empeño pongamos repitiéndonos internamente. “No pienses en un elefante amarillo”, más pensaremos en un “elefante amarillo” porque la mente no sabe de “noes”. Si nos repetimos internamente: “no puedo dejar de pensar en ti” “nadie es como tú”, más pensamos en esa persona y más queda anclado ese pensamiento en nuestra mente. Así que buscar nuestras pasiones, lo que nos encanta hacer, rodearnos de personas que nos aportan energía, aceptar el hecho de pensar “demasiado” o “más de lo que quisiéramos” en esa persona, dejar pasar su pensamiento, ser conscientes que todo lleva su tiempo, son las actitudes que necesitamos para transitar el proceso de dejar ir ese apego.
La aceptación de que las resistencias son habituales, es en sí misma sanadora.
En el libro “Dejar ir” El camino de la Entrega, el Dr. David R. Hawkins, explica las resistencias que tenemos para “soltar”. Generamos sentimientos negativos de impotencia al “no poder olvidar a alguien y seguir considerándolo el/la mejor”. Son las resistencias del ego que no quiere desaparecer. Aunque resulte contradictorio o paradójico, ante esta situación, lo mejor es “dejar que la resistencia esté ahí” y no resistirnos a la propia resistencia. Detrás de la resistencia están los miedos, que podremos ir soltando poco a poco. Para enredar más “la troca” suele surgir la “exigencia de “dejar ir” rápido y bien”, y no existe una forma, ni un tiempo “adecuados”. Si te das cuenta de que idealizas a tu expareja y a la relación que tuviste, si eres consciente de que te cuesta “dejar ir”, pues ¡felicidades!, porque eso significa que ya estás en el inicio del proceso. La creencia imaginaria de que no podrás conectar con otra persona porque tu “ex” es único / única, es la que produce la natural resistencia a “dejar ir”. Hawkins propone en su libro una metáfora que me resulta muy acertada: Imagina que tus creencias, tus pensamientos son peces de colores en el mar de tu ser. Soltar los peces adecuados nos permitirá limpiar nuestro mar y manifestarnos realmente. El hábito de la meditación es una herramienta potente para reducir esos pensamientos y dejar aflorar lo que somos y sentimos.
Me despido con esta célebre frase que viene al dedillo:
“A lo que te resistes, persiste” Carl Jung
¡Hasta pronto!
Un abrazo
3 comentarios
Molt interessant. I sí, em sento identificada en aquesta idealització o obessio que dius. Però ja sortint-me.
Molt interessant Olga.
M’ha ajudat.
Gràcies
Gràcies Laura. Me n’alegro molt. Una abraçada