John Bowlby, psicoanalista inglés, publicó la trilogía «Apego, Separación y Pérdida Afectiva» en la década de los años 60 y descubrió el impacto que tienen los vínculos afectivos en la psicopatología infantil, adolescente y adulta.
Para ello se baso en diversas investigaciones, como la de Mary Ainsworth, que a través del estudio de 56 bebés de un año, pudo ver como se comportaban en ausencia de la madre y en presencia de personas extrañas, llegando a la conclusión de que la mayoría de los niños de esta edad, en ausencia de la madre, tienen síntomas de ansiedad y angustia, tales como lloros, llantos, gritos, búsqueda de la madre, y rechazo de los juegos, y los juguetes. También en presencia de personas extrañas, manifestaban ansiedad y dificultades para jugar y calmarse, sobre todo cuando la madre no estaba presente.
Así pues, esta demostrado empíricamente, que si bien antes de los 6 meses, es más difícil ser conscientes de estos síntomas de ansiedad de separación (aunque ocurren de forma más sutil, con la expresión ocular, los movimientos, la rigidez corporal y las somatizaciones), a partir de los 6 -7 meses y hasta los 2 años, la ansiedad de separación es un síntoma «natural» del temor de perder a la figura de apego, que tienen los bebés. Posteriormente, esta ansiedad sigue existiendo, pero como los niños tienen más maduro su sistema nervioso, y tienen más habilidades psicomotoras y cognitivas, lo manifestarán de otros modos, menos abruptos en el caso de los niños evitativos (que tenderán a ser autosuficientes), y más expresivos en el caso de niños ansiosos, desorganizados y con TRA, (inhibidos o deshinibidos).
Así pues la ansiedad es la dificultad para poder tranquilizarse con la figura de apego (que puede asustarse, enfadarse, ignorar o sobreproteger), que a largo plazo creará problemas de todo tipo, tales como dificultades escolares, de concentración, sociales, y de adultos, adicciones (a las redes sociales, compras, sustancias, internet, sexualidad entre otras), trastornos de la conducta alimentaria, agorafobias, fobias y dificultades relacionales variadas.
Es pues importante enseñar a los padres a tranquilizar y a interpretar adecuadamente las señales de malestar en la infancia, para saberles calmar y ser sensibles, para ello muchos padres deberán poder explorar su propia infancia, puesto que muy a menudo, algunos de ellos han sido criados con muchas carencias y rigidez, con amenazas de abandono, castigos, preocupaciones inapropiadas, o exceso de miedos.
Si el paciente ya es adulto, y tiene ansiedad elevada, será pq tiene un estilo de apego inseguro, dentro de los cuales tenemos el inseguro ansioso (temeroso y preocupado) y el inseguro evitativo. También los estilos desorganizados y los trastornos reactivos del apego (inhibidos y deshinibidos), tienen ansiedad, incluso el estilo seguro.
La ansiedad es un problema cuando se activa de forma desproporcionada e indiscriminada, no por motivos reales, sino por motivos internos fantaseados, y basados en modelos operativos internos de la infancia enquistados, tales como (no valgo, me van a tirar, si no soy bueno me dejarán, debo estar al servicio de mis padres, el mundo da miedo, no se debe confiar en nadie, no soy suficiente, no encontraré a nadie que me quiera, debo quedarme con mis padres para que no sufran.. )
En la psicoterapia, estos pacientes (niños, adolescentes y adultos), creando una base segura con el terapeuta (confianza), podrán mejorar su ansiedad, dejando de tener síntomas tales como (miedo, angustia, ansiedad, somatizaciones, dificultades relacionales, adicciones para regularse y agorafobias), y pasando a poder disfrutar de sus vidas, valorándose adecuadamente, y gestionando sus emociones con comprensión, paciencia y cariño.