Todos interactuamos con muchas personas en diferentes ámbitos de la vida y siempre pueden surgir conflictos y polémicas. En algunas ocasiones nos cruzamos con individuos que nos generan sentimientos de ambigüedad y nos hacen dudar de la relación que compartimos, ya que no alcanzamos a descifrar su modo de actuar, pero sufrimos las consecuencias de su sarcasmo e ironía de fondo.
La conducta pasivo agresiva se caracteriza por ser un patrón que consiste en expresar sentimientos negativos de forma indirecta en lugar de ser abordados directamente. Aparece ante las demandas de rendimiento social o laboral, cotidianas y se refleja en multitud de contextos. Muestra una desconexión entre lo que la persona dice y lo que hace, y suele enmascarar un enfado de trasfondo, aunque se opta por no revelarlo a los demás.
No se animan a decir lo que sienten, lo que desean y manifiestan exteriormente una expresión ambigua de las emociones que oculta mucha frustración. Manipulan sutilmente y suelen combinar momentos de autocontrol con momentos de falta de control. Su objetivo no es resolver los conflictos, sino simplemente mostrar el desagrado que padece ante una situación determinada de manera no explicita mediante llamadas de atención. Es un arte sibilino que impregna con tanta fuerza a las víctimas que genera un desgaste emocional y psicológico muy profundo.
Se podría definir como un tipo de abuso psicológico encubierto que puede dañar a los que se encuentran cerca o entran en contacto con ellos, deteriorando significativamente la calidad de los vínculos que se generan. En muchas ocasiones ni el entorno ni la propia persona que posee la conducta son conscientes de ella, por lo que acostumbra a pasar desapercibida.
No se conoce la causa exacta del comportamiento, pero varias investigaciones coinciden en que factores biológicos y ambientales puede influir decisivamente. Los estilos parentales disfuncionales, ciertas dinámicas familiares (negligencia, severidad, sobre protección) y otras influencias durante las etapas de desarrollo pueden ser un factor de predisposición. Se puede decir que una baja autoestima está tras la fachada de este tipo de conductas, no permitiéndoles comunicarse y expresarse de manera adecuada.
En algún punto, la humanidad de estas personas fue negada y sus sentimientos suprimidos, llevándolos a desarrollar un instinto de supervivencia que luchará contra la opresión, sea real o solo percibida. Este trastorno se inicia en la adolescencia o principios de la edad adulta, pero se fragua en la infancia cuando no han recibido la aceptación positiva de sus figuras de referencia. Se empieza a considerarse realmente patológico cuando se instaura de manera dominante y permanente en las interacciones sociales.
También se evalúa como una característica de distintas afecciones de salud mental, aunque no se considera una enfermedad mental en sí mima. Entre los principales componentes que muestra el comportamiento pasivo agresivo se encuentran los siguientes:
- Falsa aceptación de la realidad: No muestran desacuerdo ante demandas que puedan aparecer en el entorno, mostrando aceptación cuando realmente están en oposición o desacuerdo con lo que se les solicita.
- Ambigüedad, comportamiento contradictorio, imprevisibilidad, falta de claridad.
- Sentimientos de incomprensión o victimismo: Manipulación a través del chantaje emocional, utilizándolo para obtener afecto y valoración. Pueden llegar a ser muy condescendientes.
- Hosquedad, hostilidad, polémica, actitud de aspereza o insensible que se detonan ante críticas o contrariedades.
- Obstrucción deliberada ante la autoridad ajena.
- Baja tolerancia a la frustración y evasión de las responsabilidades.
- Crítica de forma persistente. Abrasivos en los comentarios.
- Se caracterizan por ser personas dependientes, tristes, temerosas y apáticas.
Por todo esto, en el momento en que uno es consciente de que está experimentando alguna de estas dinámicas, lo óptimo es acudir a un terapeuta para que pueda detectar en profundidad como se están manifestando estos comportamientos. Buscando las herramientas adecuadas para encaminarse hacia un modo de actuar más adaptativo, trabajando la autoestima para gestionar el enfado de trasfondo y el resentimiento que este causo.
El patrón de comunicación también debe ser revisado y podría ser el caso de que la persona haya aprendido a comunicarse inadecuadamente, desencadenando relaciones disfuncionales, por lo que es otra área que hace falta revisar con atención. Si la persona no decide someterse a terapia y no cambia nada, la única alternativa viable es proteger nuestro bienestar psicológico y tomar cierta distancia en la medida que sea posible.