Un día como cualquiera
Como cada día, me despierto y sigo mi rutina: ir al baño, cepillarme los dientes, vestirme, ir a la piscina, volver a casa, desayunar, tomar un té verde japonés Sencha, mi favorito en aquella época, encender el ordenador, quitar el modo avión del móvil y sentarme a trabajar.
Contesto algunos correos, hablo con mi compañera Agnès para resolver dudas sobre pedidos en curso y a media mañana me levanto y presto atención a mi cuerpo: me fijo en mi pecho y noto como algo ha cambiado, algo ha desaparecido: ya no siento ese miedo que siempre había tenido de dejar el trabajo y lanzar mi proyecto personal.
Ya no está el bloqueo este que me había acompañado durante tantos años ¡Qué fuerte! Salto de alegría, hago el pino y lo celebro: ya está, ya me puedo ir, mejor dicho, me voy ¡lo dejo! Brutal, esto es un “insight” del copón. Fue el jueves 12 de abril 2018.
Nada será igual a partir de ahora
A la semana bajo a Tortosa para hablar con los dueños de la empresa con la que colaboro y les comunico que, a finales de año, lo dejo.
Se llevan un buen disgusto por las aportaciones que hago a la empresa, pero reconocen que cada uno tiene que hacer su vida: “eres valiente” me dicen. Hablo con ellos desde la confianza y el respeto, haciéndoles una propuesta: todo lo que llevo lo voy a dejar mejor que nunca y lo voy a preparar todo para que el departamento funcione sin mí. A la vez, solicito un aumento sustancial de sueldo: me lo conceden. ¡Brutal!
Recojo los frutos
Lo comento con mis amigos y alucinan: “Estás bien en el trabajo, haces lo que te apetece, te gustan los productos que vendes, tienes libertad, trabajas desde casa, reconocimiento profesional… ¡y te vas! Más surrealista aun: dices que te vas y ¡consigues que te paguen más!” Todo esto es verdad.
Al mismo tiempo, yo me sentía prisionero de una relación profesional, había una dependencia para con la empresa y eso no lo quería en mi vida.
Llevaba años con el proyecto de ser autónomo y sabía en lo más profundo de mi ser que llegaría el momento. Mientras sentía miedo y hasta que no lo tuve claro, acepté la situación y cada día trabajé para acercarme a mi meta.
A mi ritmo, amándome, sin esfuerzo vano, pero con firme determinación.
Cambio de motor en mi vida
Con un poco de perspectiva me doy cuenta de que he cambiado el motor de mi vida: antes tomaba mis decisiones desde el miedo y buscaba la seguridad fuera con un trabajo fijo.
Ahora tomo mis decisiones desde la confianza sabiendo que llevo esa seguridad dentro de mí. Confío en mí y en la vida.
Yendo un poco más lejos, siento que ha sido como cortar el cordón umbilical con mis padres. De pequeño, ellos me daban de comer; de adulto, la empresa los sustituyo dándome de comer a través de un sueldo fijo. Se trataba del mismo patrón que me hacía buscar la seguridad fuera. Ahora ya me sustento yo solo.
Pasito a pasito
No me siento ni valiente ni fuerte, todo ha sido muy natural, sin forzar nada. Ese cambio tampoco es fruto del té verde que me tomé o del azar.
Realmente es el resultado de un proceso interno que ha incluido: revisar mi percepción del cambio, cambiar creencias capadoras, transformar traumas, integrar creencias poderosas.
Con todo ello, he ido dibujando mi nueva vida, aceptando lo que la vida me ha ido trayendo a lo largo del camino. Como dice Woody Allen “me llevó 10 años tener éxito de la noche a la mañana.”
De esa experiencia y de otras, saco 2 pilares del trabajo personal:
- la superación de bloqueos y
- la integración de una actitud constructiva.
Porque yo lo valgo
En todo este proceso, PSYCH-K® ha sido una herramienta muy valiosa. La práctica de la meditación y del yoga también han sido fuentes brillantes de aprendizaje.
Doy las gracias a todas las personas que me han inspirado y de las cuales he aprendido, en especial a: Eva Sandoval, Matilde Santos, Jordi Martí y Goenka-ji. Tengo la certeza de que todo me va a ir bien, tengo todo lo que necesito en cada momento y disfruto de mi libertad.