Siempre he sido muy perfeccionista y creía que eso era una virtud que haría que la gente me quisiera más. Gracias a la terapia psicológica, me di cuenta de que no solo no me era útil para eso, sino que me limitaba en muchos ámbitos de mi vida.
Me di cuenta de que el perfeccionismo me era más una desventaja que una ventaja cuando me percaté del absoluto miedo que tenía a fallar, a que lo que hiciera no saliera como imaginaba en mi cabeza. Al mismo tiempo, descubrí un montón de cosas que dejaba de hacer o que no me atrevía a hacer por ese miedo. Vi que la causa de sentirme estancada, la angustia que sentía por sentir que me quedaba atrás y que no avanzaba era ese perfeccionismo.
Fue doloroso verlo, una puñalada a mi ego, porque, además, no solo me di cuenta de que no era perfecta, sino que también vi toda mi mediocridad: todo lo que no se me daba bien y todas las oportunidades de crecer que me estaba negando a mí misma por ese miedo a equivocarme. Seguía teniendo un miedo atroz al fallo, pero decidí probar. Empecé a ver que, precisamente, si no aprendía algo era porque no practicaba y si no practicaba era porque me frustraba demasiado cuando algo no me salía a la primera.
Ahora tengo claro que lo que me ayudó a salir de aquel círculo vicioso en el que me reforzaba una y otra vez mi creencia de que nada se me daba bien fue pensar que no tenía que ser una crack en todo o que no le tenía que caer bien a todo el mundo. Estaba aprendiendo y si algo forma parte del aprendizaje es el error. Permitirme equivocarme me dio muchísima paz mental y además dejó hueco en mi mente para preocuparme de hacerlo lo mejor que pudiera, equilibrándome entre una sana autocrítica y un machacante perfeccionismo. Así, descubrí también el valor que tenía para mí la constancia: intentarlo una y otra vez hasta que te sale.
Perfeccionismo en exceso: ¿qué es y cómo son las personas perfeccionistas?
El perfeccionismo es una característica de la personalidad que entendemos como algo valioso. Sin embargo, pueden ser dos caras de la misma moneda y, aunque a veces nos resulte útil, un perfeccionismo excesivo puede convertirse también en nuestro peor enemigo. Las personas perfeccionistas suelen compartir las siguientes características:
- Se establecen objetivos poco realistas.
Normalmente, inalcanzables o poco específicos como, por ejemplo, aprender a bailar. ¿Bailar qué? ¿Dentro de ese estilo, qué objetivos te marcas?
- Procrastinan.
No empiezan con lo que se proponen porque el miedo al fallo es tan atroz que no se ponen a ello. Su pensamiento es algo así como “para qué intentarlo si no me va a salir”. La procrastinación mezclada con un objetivo poco realista es una mezcla perfecta para no empezar y reforzar la creencia de que no sirves.
- Se rinden con facilidad.
Si algo te sale a la primera es más bien una cuestión de suerte. La persona perfeccionista no quiere comprobar una y otra vez que no es capaz y exponerse al fallo. Cree que le ha de salir bien algo, de lo contrario, se autoimpone el significado de que no sirve para ello. Sin embargo, el motivo de que algo no te salga a la primera es que no te has equivocado aún lo suficiente.
- Suelen exigir ese perfeccionismo a los demás.
Las personas perfeccionistas tienen una exigencia dirigida hacia sí mismas brutal, pero también, creen que quienes les rodean también la tienen o que para “ser alguien”, “avanzar en la vida” o “tener éxito” deberían serlo. Y esto es irritante. Les cuesta diferenciar entre tener disciplina y flagelarse mentalmente.
- Se sienten culpables.
La culpabilidad cierra el círculo vicioso del perfeccionismo para volver a empezar por ahí. Como no consiguen lo que se proponen a la primera, procrastinan, refuerzan su idea de que no valen y se sienten culpables, vuelven a concluir que esforzarse por hacerlo todo a la perfección es la única solución para salir de ese bucle. Y vuelta a empezar.
- Solo se fijan en los resultados.
Si algo juega en contra de las personas perfeccionistas es la dificultad que tienen para dejarse llevar. Casi, hagan lo que hagan, están en el rendimiento y en los resultados, más que en el placer, en el gozo o en el disfrute. Esto también se traduce en una necesidad de controlar todo por quedar bien, no cometer ningún error a la hora de interactuar con los demás o querer caerle bien a todo el mundo.
El círculo vicioso del perfeccionismo
Causas del perfeccionismo: ¿por qué soy tan perfeccionista?
Todas las personas tenemos una parte perfeccionista porque a nadie nos gusta decepcionar a los demás ni sentir vergüenza. El perfeccionismo es lo que nos motiva a hacer las cosas bien; sin esa parte, tampoco avanzaríamos. Un niño o una niña quiere que sus padres se sientan orgullosos de él o de ella y, para ello, hará lo que cree que esperan que haga y no algo con lo que disfrute. El problema del perfeccionismo es cuando esta parte eclipsa a otras partes que también son útiles, necesarias y protectoras.
Las personas demasiado perfeccionistas crearon y alimentaron esta parte porque fue la que les ayudó a no volver a sentir vergüenza y conseguir la validación de los demás. Encima, esta parte es reforzada por las personas de su entorno, sobre todo, en la niñez por sus cuidadores (los padres en la mayoría de los casos). El origen de un perfeccionismo patológico suele estar en unos padres muy exigentes que no buscan apoyo en los demás para regular sus emociones, exigiendo mucho al niño o niña, con lo cual se van a sentir valorados solo por lo que rindan (normalmente, en el colegio o en actividades extraescolares). La persona perfeccionista va a buscar aliviar su malestar en conseguir grandes logros, destacar sobre los demás para que se les valore y se les quiera. Debajo del perfeccionismo se suele ver una baja autoestima que se trata de tapar con grandes logros que no llegan porque, por el miedo a fracasar en el intento, no terminan lo que empiezan.
Conclusiones.
El perfeccionismo suele ser muy útil en el ámbito laboral o en el académico, sin embargo, las personas perfeccionistas son muy torpes en las relaciones personales. Suelen venir a terapia por ansiedad social o, incluso, con disfunciones sexuales. Es cierto que es complicado darse cuenta cuando debemos darle protagonismo y cuando no, pero eso es algo que se puede aprender en terapia.
Para aprender algo nuevo has de equivocarte muchas veces. Vas a sentir mucha incomodidad y frustración en el camino. Y es un camino que no tiene fin. Lo mismo ocurre con nuestros vínculos. Querer quedar siempre bien o no decepcionar a nadie no te hará más feliz. Mi consejo es que abraces la mediocridad, permítete fallar, equivocarte, aprende a pedir perdón y vuelve a empezar de cero si es necesario.
Es difícil darse cuenta de tu parte perfeccionista porque, si eres de esas personas que no terminan lo que empiezan, el mensaje que recibes continuamente es que nada te sale. Sin embargo, esa parte es la que te está impidiendo continuar en el intento de conseguir sentirte cómoda en algo que no sabes hacer de primeras.
¿Buscas ayuda psicológica?
Si crees que tienes un perfeccionismo que no es saludable para ti, que sepas que es algo que puedes trabajar en terapia. Puedes pedir más información aquí.
Referencias bibliográficas.
Apego y psicopatología: La ansiedad y su origen. Conceptualización y tratamiento de las patologías relacionadas con la ansiedad desde una perspectiva integradora (6a edición). (2020). Desclée de Brouwer.
Staub Gonzales, M. C. (2022). Sintomatología depresiva en personas con perfeccionismo desadaptativo.
Araújo, B. C., Krupka, D., & Sousa, R. (2023). Perfeccionismo-Búsqueda de la Excelencia y la Aceptación de la Imperfección. Psicosomàtica y Psiquiatría, (27).