¿Por qué a veces actuamos de maneras que no entendemos? ¿Por qué dos personas ante la misma situación pueden actuar distinto? La psicología lleva años investigando sobre el comportamiento humano, buscando dar respuesta a estas dos preguntas. La teoría más común y fácil de explicar es la de los principios del aprendizaje humano. Estos hablan de cómo nuestras acciones están condicionadas por la experiencia que hemos vivido en el pasado. Por ejemplo, si de pequeña me mordió un perro es muy probable que desarrolle fobia a los perros y que quiera evitarlos a toda costa el resto de mi vida. Aun entendiendo que no todos los perros muerden, mi reacción no solo será evitarlos, sino también sensaciones fisiológicas inevitables como la taquicardia o la hiperventilación al ver un perro. En cada una de nuestras experiencias se nos activan sensaciones físicas, emociones y pensamientos. Sin embargo, cuando vivimos una experiencia traumática (tales como un abuso o un accidente de tráfico), a veces, ocurre que esos tres niveles (sensaciones, emociones y pensamientos) no actúan en equipo, es decir, actúan de manera incoherente. Cuando esto ocurre, sucede lo que comúnmente llamamos trauma, y para sobrellevarlo, se da lo que en psicología llamamos disociación. Podemos vivir experiencias tan dolorosas y difíciles que nuestro cuerpo y nuestra mente no están preparados para procesarlos. Esto nos lleva a que durante el resto de nuestra vida sintamos, pensemos y actuemos de maneras poco adaptativas. Por ejemplo, pensando que todos los perros muerden, sintiendo miedo cuando vemos uno y evitando acercarnos a cualquier perro que nos crucemos. Así, desarrollamos las tendencias de acción, que pueden ser más o menos adaptativas.
Todo el mundo vive situaciones difíciles y, para afrontarlas, contamos con lo que llamamos sistemas de acción. Los hay de dos tipos: el que opera ante situaciones de amenaza o peligro, el sistema de defensa, y el que opera a la hora de crear vínculos sanos, explorar, jugar o regularnos, es decir, más del día a día. A continuación, te vamos a explicar cuáles son y en qué consisten cada uno de los sistemas de acción.
Los 8 sistemas de acción que guían el comportamiento humano y nuestras emociones.
Los ocho sistemas de acción que rigen la conducta humana para permitirnos defendernos ante el peligro, ponernos a salvo, pero también para vincularnos, regular nuestras emociones, apegarnos o divertirnos, son los siguientes:
Los sistemas de acción integrados
- Defensa.
Este sistema se activa cuando percibimos que corremos peligro o estamos ante una situación amenazante, ya sea un peligro físico o psicológico como puede ser una humillación o un conflicto con alguien. En personas que han sufrido experiencias traumáticas este sistema está sobreactivado. Además, se activa de manera refleja, aunque la situación, en realidad, sea inocua. Precisamente, síntomas del trauma es la hipervigilancia y la sensación de tener que estar en alerta todo el tiempo. Es decir, se activa por si acaso.
Todas las personas tenemos tres necesidades que tienen que ver con el apego muy importantes, que son: la necesidad de proximidad, la necesidad de un refugio seguro y la necesidad de una base segura. El sistema de apego tiene como objetivo mantener la proximidad con quienes queremos y, así, tener un refugio emocional en el caso de que lo necesitemos. También, aprendemos a través de este sistema a regularlos a través de los demás, es decir, a través del contacto físico, comunicarnos, pedir ayuda. Así, tenemos una sensación de pertenencia.
- Exploración.
Este sistema se activa para impulsarnos a conocer y aprender y, también, para satisfacer necesidades. Por ejemplo, si tenemos hambre, buscaremos la manera de encontrar comida o, si estamos tristes buscaremos llamar a alguna amistad para regularnos. Eso sí, para que podamos explorar necesitamos la confianza y la seguridad de que alguien vendrá a ayudarnos si nos perdemos o nos dañamos durante la exploración.
- Regulación.
El sistema de regulación de la energía se encarga de modular el comer, el descanso, la sed, la temperatura corporal, el dolor físico, etc. Son nuestras figuras de apego quienes nos enseñan a regular todo esto. Por ejemplo, si tenemos frío nos arroparán. Pero, también, aprenderemos a través de este sistema a regular nuestras emociones. Por ejemplo, si sentimos ansiedad podemos controlar nuestra respiración. Si este sistema no se desarrolla adecuadamente, no sentiremos las sensaciones de hambre o de hiperactivación de una emoción o la fatiga y, por lo tanto, no activaremos conductas que nos lleven a regularlas y satisfacer esas necesidades.
- Cuidados.
Proteger, cuidar, ayudar o mimar a las personas que queremos nos ayuda a mantener esas relaciones. Nos regulamos, también, a través de regularlas. Si veo a alguien que me importa llorar, me desregularé y se me activará el sistema de cuidados y trataré de consolarle o brindarle ayuda, para volver a regularme. Asimismo, cuando vemos a quien queremos seguro y feliz, sentimos emociones muy agradables.
- Sociabilidad.
La sociabilidad nos permite afiliarnos a una comunidad o a un grupo y no solo a nuestras principales figuras de apego o las personas a las que amamos. Es muy importante para nuestra supervivencia y para nuestro bienestar psicológico. Evolutivamente hablando, sin ella no habríamos sobrevivido en las tribus y, en la era moderna, sería muy perjudicial que no nos relacionáramos con más personas más allá de la familia. También necesitamos relacionarnos con grupos de iguales y aprender a desenvolvernos en sociedad. Además, a través de ella, también podemos explorar, jugar o vivir nuestra sexualidad.
- Juego.
Casi siempre se activa junto con la exploración. El juego, la diversión, forma parte de la búsqueda de sensaciones agradables como el placer, la risa o la conexión con el otro. Sin embargo, si nos vemos ante una situación de amenaza, el sistema de juego se inhibe instantáneamente. Aunque parezca nimio, este sistema es importantísimo porque refuerza los lazos sociales y los vínculos.
- Sexualidad.
El sistema de acción responsable de la sexualidad permite que nos reproduzcamos y nuestra especie sobreviva. Pero por no quedarnos solo en lo evolutivo, nos permitiremos señalar que al mismo tiempo tiene que ver con el afecto, la intimidad y que juegan también un papel importante en el refuerzo de lazos afectivos, tener una base segura y un refugio. A su vez, interactúa con el sistema del juego: las conductas de flirteo o coqueteo activan este sistema de la sexualidad, que, a su vez, puede llegar a activar el sistema de apego.
Cómo los sistemas de acción colaboran (o no) en la regulación emocional.
Los sistemas de acción se complementan entre ellos, trabajan en equipo para que podamos desarrollar tendencias de acción sanas. Las tendencias de acción son cómo solemos reaccionar y actuar ante un determinado estímulo, y como veníamos diciendo, dichas tendencias dependerán de las experiencias que nos haya tocado vivir y cómo las hayamos procesado. Si no se han procesado adecuadamente los sistemas de acción no trabajarán en equipo, se desconectarán y solo trabajará el sistema de acción de defensa. Se dará la disociación. El sistema de acción de defensa impedirá que el resto de sistemas de acción operen y tengan su papel en la búsqueda del bienestar. Que no hayamos procesado adecuadamente un recuerdo o experiencias significa que aquello que nos ayudó en su momento para sobrevivir o salir de una situación difícil, ahora nos es disfuncional. Seguimos utilizando en el presente mecanismos de defensa que fueron útiles en su momento, pero ya no. Si de pequeña me mordió un perro y en ese momento mi sistema nervioso se activó porque sentía miedo y quise huir pero no pude, mi tendencia de acción (probablemente) será tener activado mi sistema de defensa para protegerme de volver a pasar por la misma situación.
Los sistemas de acción disociados
En conclusión…
Estos ocho sistemas son los que favorecen la defensa en situaciones peligrosas y los que nos ayudan a desenvolvernos en la vida cotidiana. Es importante saber que estos sistemas se inhiben recíprocamente: si se activa el sistema de defensa se desactivan los otros siete, ya que nuestro sistema nervioso entiende que no son necesarios para protegerse.
Desarrollar un trauma o que nuestra regulación emocional sea a través de los sistemas de defensa o no, dependerá de cómo estén de desarrollados el resto de sistemas. Si tuve unas figuras de apego seguras que me ayudaron con la regulación emocional, por ejemplo, aliviando y validando mi miedo cuando el perro me mordió, entenderé que, cuando se pase, puedo volver a jugar, explorar o vincularme de manera segura. Si no, cuando vivimos una situación traumática ocurre una división de los sistemas, activándose el sistema de defensa de manera excesiva e impidiendo a los demás interactuar de manera sana y equilibrada.
¿Buscas ayuda para sanar un trauma?
A veces, no sentimos nada, no somos capaces de disfrutar o de mantener relaciones sanas, otras, sentimos todo de manera muy intensa y todo se nos hace un mundo. Esto puede ser porque tenemos una herida abierta y nuestros sistemas de defensa están activados para que, al menos, duela lo menos posible. Estas heridas se pueden curar a través de la terapia. Si quieres más información ponte en contacto conmigo aquí.
Referencias bibliográficas
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