Toda persona que practica un deporte tiene claro que para mejorar su rendimiento debe entrenar, pero muchas veces no sabemos ni el qué ni el cómo. Si queremos prepararnos una maratón por ejemplo, nos ponemos en contacto con un preparador físico que nos planifica y nos da las pautas para ese trabajo diario en función de nuestros objetivos y limitaciones. Como mucho contactaremos con un nutricionista para adecuar nuestra alimentación. Pero en raras ocasiones invertimos en el entrenamiento mental. ¿Porque? Porque eso “ya lo domino”, “es cuestión de prepárame bien y no saltarme los entrenos”, “me conozco perfectamente”, “voy con corredores experimentados que me aconsejan”, “tengo mis propias estrategias”… En definitiva creemos que lo controlamos, y seguramente no nos falte razón, pero claro está: no lo entrenamos. Y lo que no se entrena, no se domina. Y si no lo domino, conseguir el máximo de mis posibilidades es utópico.
Para conseguir el rendimiento óptimo en competición que es dónde las variables psicológicas y estratégicas, a iguales condiciones físicas, marcan las diferencias; debo entrenar el aspecto psicológico. Claro está que sólo con preparación psicológica no ganas, pero te aseguras rendir al máximo de tus posibilidades en función del entrenamiento físico, táctico y estratégico que hayas realizado, y no perder partidos que podrías haber ganado. Como ejemplo, pregunten a Novac Djokovic cuantos partidos perdía siendo superior a su rival antes de trabajar su aspecto mental, y cuantos pierde ahora.
Cuando hablo con deportistas, equipos, entrenadores, padres y clubs, la mayoría de ellos están interesados en obtener el máximo, pero en numerosas ocasiones no se apuesta por ello: ¿Por qué? Mi conclusión es que no están dispuestos a invertir tiempo y dinero a medio-largo plazo. El resultado a corto, los prejuicios, y a veces el desconocimiento en el entrenamiento psicológico, hacen que no se planifique el desarrollo íntegro y completo del deportista. Como consecuencia, éste juega por debajo de sus propias posibilidades y lo que es peor, en muchas ocasiones abandona la práctica deportiva, ya que la competición pone a cada uno en su sitio sin excepción (no sólo en el ámbito deportivo, en cualquier actividad competitiva).
Ya en los años cincuenta la psicología del deporte se incorporó al entrenamiento deportivo dando explicación y respuestas a las diferencias que encontramos entre entrenar y competir. Lo que empezó con el tratamiento de aspectos fisiológicos (como la activación, respiración, presión sanguínea…) ha ido evolucionando a variables cognitivas, conductuales y emocionales para establecer planes de intervención específicos para cada deporte, tanto individual como colectivo, y para cada perfil de deportista. Desde la formación y asesoramiento a entrenadores para que tengan en cuenta y entrenen las variables psicológicas hasta el trabajo multidisciplinar en un equipo técnico profesional, los psicólogos deportivos nos hemos convertido en una pieza clave en el alto rendimiento. Por ello sorprende que en el siglo XXI siendo tan fácil el acceso a este tipo de servicios a cualquier nivel, no sea suficientemente aprovechado por deportistas, padres y clubs para sacar un enorme provecho de ello. Actualmente, no es necesario tirar la casa por la ventana para acceder a servicios deportivos profesionales, como el psicólogo deportivo.
Por lo tanto, si eres deportista y tienes un gran compromiso con tus objetivos deportivos, te invito a abrir tu abanico de actuación y que utilices las ventajas de un trabajo deportivo completo, incluyendo el trabajo mental en tu rutina de entrenamiento. Que nunca te quedes con la sensación de no saber si has dado el máximo de ti mismo.