Que el mundo es más cómodo para un hombre blanco heterosexual no es una noticia nueva.
Que la psicología debería intentar re-modelar esto, sí que lo es.
Cuando una mujer viene a terapia no siempre busca una terapia con perspectiva feminista, pero nunca me he encontrado a ninguna mujer a la que la terapia con perspectiva de género no le interese. Claro, cuando descubre lo que es. Porque la teoría feminista puede aplicarse también a la psicología, pero la mayoría de psicólogos no están interesados en hacerlo.
¿Y qué es esto de la terapia feminista?
Pues es sencillo: es acompañarte entendiendo que eres una mujer y que esto habrá modelado cómo estás en el mundo. Ser mujer te ha influido en cómo te relacionas con tus emociones (¿te suena eso de que eres demasiado sensible?¿Y eso de sentir culpa por todo?), en las expectativas que se tiene de ti (espero que seas cuidadora, amable, guapa, dulce…) y en hasta dónde puedes llegar (que si el mito de ser una super-mujer, que si tendrías que llegar a ser jefa pero nunca ha habido una jefa en tu empresa…).
La terapia feminista te ofrece un espacio para que reconozcas y cuestiones las normas que te han impuesto, y para que te reconcilies con esa sensibilidad y fuerza que a menudo han intentado minimizar. Es un proceso de empoderamiento, donde no solo te sanas, sino que también aprendes a ver el mundo con ojos más críticos, entendiendo que tu bienestar no es solo una cuestión individual, sino un acto de resistencia en un sistema que no siempre te ha sido favorable. Y en ese acto, encuentras tu voz y tu poder.