Continuando con la temática de la anterior de entrada de este blog, hoy hablamos de los primeros momentos de evaluación cuando llegan unos padres a tu consulta o centro de trabajo. Puede resultar un poco complicado manejar esos primeros instantes ya que quieres hacerlo bien, que se lleven una buena impresión y que confíen en ti para ayudar tanto a su hijo/a como a ellos mismos. Son muchas las variables a integrar, de entrada qué información recojo y qué habilidades desplegar para que las familias se sientan cómodas y seguras contigo. Es por ello que queremos facilitaros un poco la tarea y poder abordar esa primera o primeras sesiones de la mejor forma posible. Ciertamente no todo está en los libros más teóricos ni conviene de primeras ser 100% protocolario, rígido o poco auténtico, consideramos que dejarse llevar un poco por el propio juicio profesional así como resultar genuino en tu actuación hará que la sesión fluya, que tu te sientas más cómoda y esos padres lo noten. Confía en tus capacidades, en tu buen hacer profesional y acompáñate de una guía para tener éxito en esas sesiones. Empecemos con lo que consideramos más básico e imprescindible para comenzar una intervención:
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Recoge toda la información básica posible. Aquí te puedes ayudar de numerosas guías de fácil acceso en Internet que recogen los principales datos clínicos y sociodemográficos, por ejemplo enfermedades previas, si toma alguna medicación, antecedentes familiares pero también otros aspectos igualmente importantes tales como hobbies, cómo un día normal en la vida del menor o cuál es su película o comida favorita.
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Atiende al sistema por completo: no se puede evaluar exclusivamente al menor. La familia establece la forma en la que nos vamos a relacionar con los demás en el futuro, establece las primeras relaciones, por tanto resulta básico entender cómo se han relacionado padres-hijos desde los inicios, qué tipo de vínculo se ha asentado y la calidad de este; es decir evalúa el apego. También recoge información de todas las figuras que participan en la vida del menor, pueden ser abuelos, tutores, primos, etc. Los padres tienen que participar en el proceso. Muchos padres vienen con la idea de que tu les vas a «reparar» a su hijo y eso no es así, tenemos que explicarles que deben implicarse en el proceso pues sino no tendremos éxito e incluso podrán entorpecerlo.
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Ten en cuenta el microsistema y el macrosistema. Es decir, no solo la familia nuclear, también presta atención al contexto social, la cultura, los valores, la ideología…
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Evalúa las experiencias traumáticas del menor. El trauma en la infancia es la norma. Esto se lo escuche por primera vez a la psicóloga experta en trauma e infancia, Begoña Aznárez. Recuerdo que facilitó unas cifras bastante altas al respecto, siendo considerablemente el porcentaje de experiencias traumáticas que un ser humano puede llegar a experimentar antes de los 13 años.
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Conecta con la parte «sana» de esos padres, con lo que ya están haciendo bien ya que incluso en los casos más graves está presente. Vincula con ellos desde ahí y aprovecha ese aspecto para ayudarles a adherirse a la terapia y durante el proceso.
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Sé incondicional. Tu eres el apego seguro de esa familia, empatiza con ellos y no juzgues, pero cuidado con «comprarles» a los progenitores su discurso, si se están dando conductas disruptivas en el menor es muy probable que algo esté sucediendo con el vínculo entre ellos. Una cosa es juzgar y otra responsabilizarles. Tampoco es cuestión de posicionarse completamente con el niño o adolescente, cuida el foco en todo el proceso y trabaja en equipo con todos ellos.
Estas son solo algunas de las recomendaciones sobre este tema, seguro que podríamos añadir muchas más, pero para cerrar os diría que no tengas prisa en cerrar la evaluación, una buena evaluación va a garantizar el éxito terapéutico y reducirá tiempo de intervención, asi que te invitamos a profundizar en toda la historia.
Esperamos que os sirva esta información para vuestra práctica diaria o como punto de partida.