Si queremos describir la ansiedad como una emoción podríamos postular que la ansiedad se puede definir como una emoción básica que forma parte de la dotación emocional de todos los seres humanos (Díaz, 2010) y que cumple una función adaptativa en numerosas ocasiones.
Se trata de una estructura cognitivo-afectiva que pertenece a nuestro sistema defensivo motivacional, y es considerada una útil aportación del desarrollo evolutivo de nuestra especie (Díaz, 2010) puesto que todo organismo viviente necesita disponer de algún mecanismo de vigilancia para poder asegurar su supervivencia, y la ansiedad cumple ese papel en numerosas situaciones.
Si desde el punto de vista biologicista quisiéramos dar una definición de ansiedad podríamos afirmar que la ansiedad se trata de una respuesta de alerta o activación del organismo ante un peligro incipiente. Watson la conceptualizaría como una respuesta conductual y fisiológica a una estimulación o situación extrema del sujeto.
Se trataría de una respuesta adaptativa ante una situación novedosa para la cual el individuo tiene que valorar si posee las herramientas y recursos necesarios para afrontarla, y que tiene como función la de ajustar el rendimiento optimo a cada demanda. En este caso la respuesta de ansiedad no tiene que ser necesariamente negativa, sino todo lo contrario pues sirve para ajustar nuestros recursos a las demandas externas, permitiéndonos reaccionar con rapidez ante situaciones potencialmente peligrosas o amenazantes.
Darwin (1872) apuntó la utilidad de la emoción, considerándola facilitadora de la conducta y necesaria para adaptarnos a las condiciones del medio, al movilizar los recursos energéticos requeridos para dirigir la conducta hacia un objetivo determinado.
Y aunque la respuesta de ansiedad es una reacción normal ante ciertos estímulos o situaciones, en ocasiones puede llegar a causarnos un verdadero trastorno cuando aparece con frecuencia, con intensidad y durante un periodo prolongado, afectando de una forma incapacitante a nuestra vida cotidiana.
Se torna una respuesta inadaptativa o patológica cuando la respuesta de ansiedad aparece ante estímulos o situaciones objetivamente desproporcionadas o cuando persiste en el tiempo de forma continuada.