Entiendo, que como buenos occidentales, tomamos el yoga como una disciplina física para estirar, flexibilizar y fortalecer el cuerpo.
Esta parte más física y evidente es un buen comienzo, pero si indagas más en esta disciplina estarás de acuerdo conmigo, en que éste no es su fin.
La postura, que en sánscrito se llama Asana, es maravillosa porque nos va a acercar al cuerpo. Va a permitir que el cuerpo se oxigene, se descongestione y se revitalicen los tejidos, a través del movimiento y la respiración.
Pero la diferencia entre el Yoga y otras disciplinas corporales es que para que esa postura sea Asana, tiene que estar “habitada”.
Aprender a habitar asana es aprender a habitar el cuerpo.
Y esto, ¿ cómo y cuándo sucede?
Asana se habita cuando percibes como se relaciona la atención mental con el cuerpo físico, la respiración y las sensaciones.
Es ahí cuando despierta la conciencia.
Al principio, es algo burdo pero conforme progresas en la práctica y profundizas en ese trabajo de indagación, la mente se concentra, recibe impresiones, se vuelve más sutil y lo que era pequeño e imperceptible en un primer momento, se hace grande y evidente después.
Así es como, de una manera orgánica, mientras practicas, drenas la tensión física, mental y emocional que tenías antes de empezar y la mente que habitualmente está dispersa, preocupada y en estado de alerta, con ese trabajo de foco, respeto al límite y no juicio, encontrará refugio. Es entonces cuando recibes el gran regalo de la calma, la confianza y el equilibrio interior.
EL REGALO DE LA CALMA Y EQUILIBRIO DEL SISTEMA NERVIOSO
La relación justa y positiva entre la postura, la respiración y la atención va a hacer que nuestro cuerpo comience un nuevo tipo de relación con nuestro sistema nervioso, lo actualice.
El hecho de ir moldeando nuestro hacer y nuestro sentir, a través del movimiento, de focalizar la mente, de quitar el automático y estar presente, sin juicios, en lo que estamos haciendo, va a recrear un orden interno que permitirá que el cerebro sincronice, salga del caos y recupere coherencia.
Si tomamos la práctica más como un juego y no tanto como un reto, Asana se convertirá, en una posibilidad para explorar y no tanto en un objetivo a alcanzar.
Habrá más disponibilidad para observar las conexiones sutiles que hay en todo eso que identificamos como yo: el cuerpo, la mente, la respiración, las emociones.
Esto significa que no estaremos simplemente entrenando posturas, sino que estaremos entrenando la mente para observar cómo nos percibimos, como nos exigimos y como nos tratamos a nosotros mismos mientras las hacemos.
Esa auto indagación va a evidenciar que nuestros patrones de comportamiento se expresan en nuestro cuerpo, en nuestra respiración, en la tensión de nuestros tejidos y de nuestras articulaciones.
El cuerpo se convertirá en un laboratorio para explorar y darnos cuenta de que cada rincón del mismo está conectado, que tenemos un cuerpo que es mente y emoción a la vez.
Esta conexión va a facilitar que el sistema nervioso entre en sintonía con nuestra organización corporal, y que ambos, cuerpo y sistema nervioso, se reequilibren y cambie nuestra bioquimica.
Es por todo esto, que dicen que lo importante en el Yoga, no es hacer posturas, sino lo que deshaces mientras las haces.
LA BELLEZA DEL YOGA EN DOS PALABRAS: CONEXIÓN Y TRANSFORMACIÓN
La palabra Yoga, significa Unión. La conciencia de esta Unión es un estado, es un ESTAR, no un postulado intelectual de lo que debería de SER.
Vivir la experiencia de que en nuestro pequeño Universo todo está conectado y todo está unido, es darle sentido profundo a la práctica.
Ahora ya no será algo que hemos oído o hemos leído sobre el Yoga, sino que será una comprensión más profunda.
La experiencia directa de percibirse a uno mismo cuando la mente sale del modo automático y deja de funcionar en circuito cerrado, abre las puertas a una realidad interior, que nos saca de una imagen estrecha y limitada de nosotros y de nuestras limitaciones en la vida.
Nos va a dar perspectiva y libertad para tener una mirada más humilde y más amorosa hacia dentro y por ende también hacia fuera.
Y esta experiencia es, en sí misma transformadora, porque cambia la perspectiva de cómo cuidarnos y como acompañarnos mejor en el día a día, incluso dará un sentido más profundo a nuestra vida, a nuestras relaciones y a nuestra interacción en el mundo.
Es aquí, en esta conexión y en esta transformación donde reside, para mí, la verdadera belleza del Yoga.