RECUERDOS AGRADABLES Y TRAUMÁTICOS
Todos sabemos lo caprichosa que es la memoria. Nuestras historias cambian y son actualizadas cada vez que las recordamos. Cuando rememoramos momentos de nuestra infancia con hermanos o anécdotas con amigos y los ponemos en común, tenemos la sensación de que sencillamente no encajan. Estos recuerdos autobiográficos no son reflejos exactos de la realidad, son historias que contamos para transmitir nuestra visión personal sobre nuestra experiencia.
Todos tenemos recuerdos asociados con personas, lugares, canciones y olores concretos que permanecen con nosotros mucho tiempo. Siendo más concretos, el olor es el sentido más evocativo, el que más nos conecta con nuestras memorias.
La mayor parte de nuestra experiencia diaria pasa inmediatamente al olvido. La mente funciona con esquemas o mapas, y lo que cae fuera de esa normalidad es lo que probablemente capte nuestra atención.
La exactitud de nuestros recuerdos depende, en gran medida, de lo significativo que fuese a nivel personal y de la intensidad de nuestras emociones en ese momento. Es decir, recordamos mejor lo asociado al plano emocional, por ejemplo, el nacimiento de mi hijo o el fallecimiento de un ser querido.
Hay dos grandes diferencias entre el modo en que la gente narra recuerdos traumáticos y recuerdos positivos: la organización y sus reacciones físicas ante ellos.
Los recuerdos positivos tienen un hilo narrativo: inicio, desarrollo y final. Cuando los rememoramos somos conscientes de que ocurrieron en un pasado, por tanto, los percibimos como ya conclusos y las reacciones emocionales no nos invaden en el presente.
Por ejemplo, recordamos la época universitaria, un día concreto con mis amigos en la cafetería, con frío, donde estábamos haciendo un trabajo de Psicología evolutiva. Nos podemos sentir alegres, nostálgicos aunque estas emociones nunca sobrepasarán nuestra ventana de tolerancia del malestar.
Sin embargo, los recuerdos traumáticos están desorganizados. Se recuerdan ciertos elementos con mucha nitidez pero no así la secuencia de acontecimientos ni otros detalles vitales. No se suelen rememorar con un hilo conductor temporal (de principio a fin).
Tampoco se suele recordar lo sucedido inmediatamente después del evento. Suelen aparecer flashbacks o momentos concretos de forma repetitiva (imágenes, sonidos, sensaciones o emociones).
Así, no tenemos sensación de que esos momentos estén enterrados en el pasado, sino que parece que vuelven a ocurrir ahora mismo. Por ello mismo, las emociones y sensaciones que nos invaden serán muy desagradables e intensas, sobrepasando dicha ventana de tolerancia.
El mensaje positivo y esperanzador es que el trauma psicológico puede ser resuelto y tratado eficazmente. Nadie quiere revivir un trauma aunque es parte del camino terapéutico…sentirse bien es posible.
Aquí un documento relacionado para adentrarse en la terapia de trauma EMDR: Trauma y EMDR
Gracias por leernos,
Psicología Fonseca y Figar