En todo el proceso, desde el diagnóstico hasta el tratamiento preventivo, pasando por la cirugía y la radio, he vivido multitud de emociones, sinceramente me he sentido y me siento en una montaña rusa emocional. De todas estas emociones algunas son nuevas, otras viejas conocidas, pero todas son total y absolutamente legítimas, es más, te diré que he descubierto que cada una de ellas tiene su función. Aceptarlas como son, sin huir, sin enjuiciarlas fue mi primer paso.
Lo que hice fue dejar de definirlas como: «buenas y malas». Entendí que todas forman parte de mí, huir de las que me molestan, son difíciles de sostener o me parecen sencillamente insoportables, es huir de ti misma.
También me di cuenta de que nombramos las emociones y damos por hecho que lo que sentimos es lo que nuestra mente nos dice y no nos permitimos sentir. En ocasiones me sorprendí a mí misma pensando: ahora debería estar triste o sentir miedo y para nada era eso lo que estaba sintiendo, sencillamente para mí esa situación, ese momento concreto de mi vida, traía consigo otras emociones diferentes a las «estándar».
Otro descubrimiento fue que muchas de las emociones que estaba sintiendo venían ligadas a algo que ya había pasado o que no había llegado, incluso cuando no sabía si sucedería. Cuando me daba cuenta de que la emoción que sentía era un recuerdo o una proyección de futuro, intentaba volver al presente y en la mayoría de las ocasiones que lo hice pude darme cuenta de que eran emociones producidas por pensamientos que acudían a mi mente, no por lo que estaba sucediendo en ese momento. Traer el pasado al presente y proyectarte en el futuro es un hábito de nuestra mente que es difícil de corregir, todo es ahora, estar en el presente es como ejercitar un músculo, hay que entrenar, conseguir pequeños momentos de presencia que se van extendiendo cada vez con más facilidad.
La propuesta que te hago es que te escuches e identifiques las emociones que realmente están circulando por tu sistema nervioso, con valentía y sobre todo con mucha honestidad. Algunas claramente no encajarán con tus deseos reales, con otras puede ser que tengas una sorpresa. Ambas son oportunidades que te van a permitir conocer algo más de ti misma.
Cuando rechazamos o nos aferramos a una emoción, bloqueamos su energía, entonces se almacena, se acumula. Ten en cuenta que rechazar una emoción no te hace sentir la contraria.
Y ¿qué hacemos con ellas? Lo que llamo “respirarlas”. Observarlas, darles espacio, llevar tu atención a cada sensación que producen, escuchar en que parte del cuerpo identificas esa sensación y entonces respira y permite que hagan su recorrido, sin juzgar, sin interrumpir. Te aseguro que solo se quedan, se hacen recurrentes, si las retienes o intentas huir de ellas, en el presente tienen un principio y un final.
Todas tus emociones te conectan con la vida, todas son una forma de comunicación contigo misma, aprender a abrirte a ellas te lleva a tu verdad.
Gracias por acompañarme hasta aquí.
Si quieras saber cuando publicaré mi próximo artículo sígueme.