Pocos días antes de marcharme de Barcelona tuve la fortuna de compartir un espacio de reflexión acerca de la gestión del cambio con Baldi Figueras, formador en desarrollo personal, organizacional y coaching, quien se convirtió en un maestro para mi reincorporación a la rutina en Colombia.
Uno de los deberes que me puso, fue llevar a Bogotá aquello de mi vida en Barcelona que me hiciera sentir feliz. Descubrí que compartir con mi pareja el roscón de Reyes, que cada noche del 5 de enero comprábamos después de ver la cabalgata, era una de las cosas que me llenaba muchísimo, entonces decidimos repetir la experiencia este año.
En Colombia, el roscón de Reyes no es una tradición muy extendida, de manera que es necesario comprar el roscón «por encargo». Por suerte, tenemos cerca Castellana 104, una pastelería cuya especialidad son las preparaciones españolas y allí lo adquirimos el día 6, con la «sorpresa» y la fruta escarchada que lo caracterizan.
El resultado fue una velada maravillosa, con «Roscón de Reyes a la colombiana», que me permitió experimentar a gratitud del momento presente. Entendí que las cosas y los lugares pueden variar, pero no aquello que está en el corazón, así que hoy desde Colombia, mañana desde cualquier lugar del mundo, siempre habrá en mi casa roscón de Reyes cada 6 de enero.