La historia de la humanidad nos muestra que siempre han existido situaciones que han puesto a prueba o han desbordado los recursos de las personas. Actualmente, la pandemia mundial que sufrimos no es una excepción, estamos viviendo un cambio de paradigma en las relaciones humanas a todos los niveles. La distancia física se ha convertido en distancia social, los continuos confinamientos provocan más aislamiento y soledad que nunca, y la reducción drástica de espacios físicos y sociales, nos obliga a expresar sentimientos, emociones y pensamientos de otra manera. En la mayoría de ocasiones a través del móvil o del ordenador. En los últimos meses, ¿quién no ha tenido miedo a contagiarse en el super, en el trabajo o en el gimnasio? ¿O no ha sentido amenazada su propia seguridad o confort? Vivimos en un estado excepcional de incertidumbre constante. No somos conscientes que la demanda del entorno, cuando la percibimos como amenazante, nos exige un sobreesfuerzo mental y emocional que pone en peligro nuestro bienestar. ¿Cuántos de nosotros acabamos agotados después de nuestra jornada de teletrabajo? Tanto es así que muchas de nuestras tareas cotidianas se están convirtiendo en nuestra principal fuente de estrés.
Tener los recursos y las estrategias necesarias para afrontar esta excepcional situación es la clave. Muchas personas piensan erróneamente que su salud mental está bien simplemente porque carecen de trastorno o enfermedad mental. Nada más lejos de la realidad, nuestra salud mental depende de nuestro estado de bienestar general que es lo que nos lleva a tener una buena interacción con el entorno y una correcta relación para con uno mismo. Así lo muestra el último estudio de “Malestar psicológico derivado de la COVID-19 en la segunda ola” del Colegio General de la Psicología (COP) que confirma el notable aumento de síntomas ansiosos entre los españoles, independientemente de si tienen diagnosticado algún tipo de trastorno. La carencia de sueño, la disminución de ejercicio físico y la falta de recursos para afrontar situaciones difíciles (como la pérdida de un ser querido, la inestabilidad laboral o los problemas de convivencia), son los principales efectos detectados.
La relación entre determinadas características personales (individuo) y especialmente de las demandas y necesidades que tenemos (entorno), construye nuestras emociones. El desarrollo de recursos psicológicos para afrontarlas consigue que el estrés no actúe de forma sostenida en el tiempo y evita la aparición de patologías. Nos proporciona el aprendizaje necesario para adaptarnos y hacer frente a las dificultades. Por estos motivos, aunque nos hagamos los fuertes y pensemos que estos problemas no van con nosotros, prevenir es primordial. Todos deberíamos encontrar un espacio para:
– Autoevaluarnos e identificar que emociones, pensamientos o comportamientos son los que nos hacen sufrir y los que nos ayudan.
– Gestionar nuestros recursos con las estrategias que ya tenemos y que nos funcionan. Centrándonos en aquello que podamos hacer y dependa de nosotros.
– Desarrollar o aprender nuevas estrategias que nos puedan ayudar, y por supuesto, pedir ayuda si la necesitamos.
A la hora de desarrollar dichos recursos y frente a un escenario tan excepcional, todos aquellos profesionales que nos dedicamos a ayudar y facilitar dicho proceso, debemos explotar todas las posibilidades que nos proporciona el nuevo entorno. Una de ellas es la tecnología a través de la realidad virtual. A las personas y profesionales con los que trabajo y que habitualmente les cuesta entrenar y poner en práctica nuevas estrategias, la realidad virtual les proporciona entornos 3D ideales para desarrollar recursos emocionales, con los que afrontar situaciones estresantes y tratar problemas de ansiedad. No utilizo la realidad virtual como una técnica en sí misma, pero me ayuda a optimizar mis intervenciones y ajustarlas a las necesidades de cada persona, a través de:
• Inmersión. Una experiencia privada de inmersión virtual total a la situación que la persona necesite mejorar desde cualquier lugar.
• Control. Un control exhaustivo de las variables que interfieren en la situación.
• Repetición. La posibilidad de entrenar estas situaciones tantas veces como sea necesario, hasta su dominio.
• Adaptación. A diferentes tipos de problemas y tratamientos; estrés, ansiedad, fobias, manejo del dolor, trastornos del sueño…
Gracias al desarrollo de plataformas como Psious que dispone de entornos virtuales de relajación, respiración y atención plena, los psicólogos contamos con innovadoras herramientas para explotar todas las posibilidades. Cuando se trata de ayudar a alguien a preservar su bienestar, todos los medios que utilicemos son pocos. Además, este tipo de instrumentos nos pueden ayudar a romper con el estigma de ir al psicólogo. O de ir sólo cuando estoy realmente mal, y no para mejorar mis estrategias y recursos personales. Si conseguimos que gran parte de la población comparta esta visión, avanzaremos hacia una sociedad más resiliente, equilibrada y feliz, independientemente de lo que nos toque vivir. Aprovecha las oportunidades para tu mejor inversión, la de invertir en la salud de ti mismo.
Francesc Porta