Hace poco hablaba con una amiga sobre esos espacios nuevos donde uno se siente especialmente cohibido al migrar. Para mí, uno de ellos fue el colegio de mis hijos cuando iniciaron su escolarización. 🎒👩👦
Era un lugar donde se entremezclaban mis inseguridades personales, las barreras culturales y, quizás, la sensación de no pertenecer del todo. A veces me preguntaba si sería la inseguridad de ser “la mamá extranjera” en un entorno donde hay pocos padres de otras partes. O si sería el miedo a no encajar en dinámicas sociales que no conocía bien. O si, además, podría ser que seguía cargando las expectativas —propias o ajenas— de mi cultura de origen.
No sé si esto es algo común o si solo me pasaba a mí. A veces sentía que se activaba mi herida de rechazo, ese miedo a no ser aceptada o valorada, que, quizás, traía conmigo desde antes de migrar y que se hacía más profunda porque no solo me impactaba a mí, sino que también podía afectar a mis hijos. Era una mezcla de duelo migratorio y microchoques culturales que me hacía cuestionarme constantemente. 🌀
Con el tiempo, he aprendido a asumir mi diferencia y a verla como un valor ✨, tanto para mis hijos como para mí. Este cambio de perspectiva me ha ayudado a relacionarme con más confianza y autenticidad.
Sé que este es un tema del que pocas veces se habla, pero seguramente somos muchos los que lo hemos vivido en silencio.
¿Alguna vez te has sentido así?
¿Cómo gestionas esa sensación de inseguridad o desconexión en un entorno donde «deberías» sentirte incluida?