A estas alturas todos estaremos de acuerdo en que las personas no se gestionan, se lideran. Es decir, se pueden gestionar los viajes, las finanzas, el almacén, un presupuesto… pero las personas no necesitan gestión, necesitan que alguien les guíe e influya para alcanzar sus objetivos individuales y colectivos. Además las personas son las que deciden por quién dejarse influir, no lo decide un título, un contrato o un cargo… Tanto en el mundo deportivo como en el mundo empresarial el líder no viene impuesto, lo deciden los demás. Partiendo de estas premisas, si las personas son las que otorgan el cartel de líder a alguien, resulta complicado liderarlas sin preocuparse por ellas. Y resulta aún más complicado influenciarlas sin transmitir energía, educación y valores de una manera intensamente emocional. Es por ello que independientemente del estilo de dirección que estemos llevando a cabo, sin transmitir pasión no habrá liderazgo. No me imagino a Pep Guardiola o a Unai Emeri explicando una estrategia a sus respectivos equipos sin pasión.
¿Y qué es eso de influenciar y preocuparse por las personas del equipo? Busquemos la respuesta en unos cuántos ejemplos, que nos ayudarán además a identificar a un líder:
- “Dar ejemplo no es la principal forma de influir en los demás es la única” decía Albert Einstein. El líder es el primero que se arremanga, lo reconocerás porque le brillan los ojos buscando tu mirada cuando te explica los retos a conseguir. Siempre trata a todo el mundo con respeto, humildad y educación independientemente del estatus. Además cuando aparecen situaciones estresantes él mantiene la calma. Es aquel que siempre va enchufado como dice Víctor Küppers, siempre saluda y constantemente te provoca algo por dentro. ¿Lo reconoces? Seguro que te está viniendo alguien a la cabeza… Es el pez de la pecera.
- Es aquel que te dedica tiempo de verdad, no exclusivamente exigiéndote y presionando para ver cuando acabarás las cosas. Me refiero a aquel que te escucha activamente (por eso te conoce técnica, competencial y emocionalmente) y adapta su estilo de dirección en función de tus capacidades y de la situación. Además te dice lo que necesita de ti y cómo quiere que lo lleves a cabo sin paternalismos y con la máxima exigencia, consensuando los premios, los progresos o/y las evaluaciones contigo.
- Es quién prioriza tu desarrollo y formación, y te exige que salgas del despacho a conferencias, foros y formaciones, porque sabe que es una inversión con un retorno para ti y para la organización, club o equipo en el que trabajas.
- Con él es con quién sacas todo tu potencial y te sientes fluir. Te da feedback de apoyo reconociéndote el trabajo bien hecho y te da feedback correctivo cuando es necesario corregir o mejorar comportamientos. Además, es el que te pide que tú también le des feedback a él sobre su propio desempeño.
- Y sobre todo cuando las cosas andan mal, es el que defiende al equipo por encima de todo, buscando que los intereses individuales estén alineados con los colectivos. En el mundo del deporte tenemos varios ejemplos, en el mundo empresarial unos cuantos menos.
Si lideras a un equipo y no te has visto reflejado en estos comportamientos, debes entrenar fuerte para seguir mejorando como líder. Si por el contrario no lideras un equipo, pero no has detectado a nadie a tu alrededor que realice la mayoría de estas acciones contigo; cambia de empresa, de conjunto o de club para seguir creciendo, y date prisa, porque cada día que pasa estás perdiendo la oportunidad de obtener un desarrollo personal y profesional óptimo.