El amor tan inmenso que tenemos por nuestros hijos a veces nos enceguece y no nos permite discernir si nuestras acciones los están impulsando a crecer o les están impidiendo desarrollarse como ser humano.
Cuando el amor retrasa el crecimiento
El amor que obstruye el camino hacia una adultez sana, no es totalmente amor; es sobreprotección y el peor de los males en la sociedad actual.
Un niño superprogegido es aquel que presenta dificultades para desarrollarse y es incapaz de cargar consigo mismo. La sobreprotección no es autogenerada, sino que es inculcada por los padres y sus consecuencias empeoran a medida que el niño va creciendo.
La sobreprotección infantil
Al cuidar excesivamente a nuestro hijo, lo primero que haremos es encerrar al pequeño en una burbuja de inseguridad, frustación, baja autoestima, ansiedad, miedos y subestimación de capacidades. Pareciese que acciones tan simples como hacerles las tareas, vestirlos o no permitirles que decidan cuando ya están en la capacidad de hacer todas estas cosas, acarreen consecuencias tan graves, por ejemplo:
Hacerles los deberes porque «son muy lentos» va a hacer que el niño crezca con la costumbre de que “los demás le facilitarán la vida” e infravalorarán la responsabilidad.
Vestirlos porque «ya es tarde», además, de subestimar sus capacidades y crear dependencia a los padres, disminuye la confianza en lo que sabe o puede hacer.
Exigirles que siempre pregunten antes de hacer algo tendrá como resultado un niño lleno de inseguridad incapaz de tomar sus propias decisiones.
Evitar que tu niño sufra una frustación o cometa errores, tendrá como resultado un adulto incapaz de afrontar y superar las adversidades de la vida.
¿Dónde empieza la sobreprotección?
Los factores que generan los cuidados excesivos son distintos y únicos según sea el caso, pero generalmente, los más comunes nacen en el historial de los padres: crianza, situación económica, cultura, los tiempos que se vivían y, en algunos casos, trastornos psicológicos.
Por otro lado, otro factor común es el de culpabilidad-compensación. Empezamos a asumir los deberes y las responsabilidades de nuestros pequeños porque, por motivos de trabajo por ejemplo, no pasamos mucho tiempo con ellos y nos sentimos culpables y en la obligación de hacer algo para remediarlo; sin embargo, a veces la cura es peor que la enfermedad.
Hace 50 años, la infancia era más dura y muchos de nosotros no tuvimos las facilidades que tienen nuestros hijos, facilidades tan sencillas como llevarlos a la escuela en automóvil y aunque es normal que queramos darles todo eso que quizá no tuvimos, siempre debemos estar conscientes de que ponerles todo en bandeja de plata no fomentará su desarrollo emocional y social.
¿Cómo no hacer de tu hijo “un niño superprogegido”?
Lo primero y más importante es: entender que no puedes controlar el 100% de lo que pasa en la vida de tu niño y que no lo puedes proteger de todo lo que está a su alrededor.
No exageres los riegos, algunos son necesarios para crecer e independizarse mental y emocionalmente.
No subestimes a tu hijo, valora y potencia sus capacidades.
Motívalos a explorar y a disfrutar de las relaciones con su familia y con los demás.
¿Mi hijo ya está grande, es muy tarde para montarlo en el autobús del desarrollo personal?
Si tu niño ya es un preadolescente o un adolescente pero depende de tí para realizar cualquier acción cotidiana, es necesario que tomes acción y busques ayuda de un profesional como un psicólogo infantil, ¡nunca es tarde para corregir!, recuerda que la mayor consecuencia de la sobreprotección es generar adultos pusilánimes que desconozcan la resiliencia y sean totalmente dependientes.