Para la versión original en catalán véase: Només l’Ésser desperta l’Ésser
Hoy, durante la meditación, me venían a la mente unos vídeos que me pidieron que gravase, sobre temas diversos relacionados con la psicología o la espiritualidad, y lo que inmediatamente me ha venido también, pero ahora no tanto a la mente como al corazón, es la frase «Únicamente el Ser despierta al Ser», y he percibido con gran evidencia que una cosa es comunicar conceptos, de mente a mente, y otra conectar con las personas desde el Corazón profundo.
En el primer caso, aunque pueda ser interesante y a menudo útil, la comunicación queda limitada al ámbito de los egos individuales, con todo lo que eso significa de positivo pero también de limitación por ambos lados. Por el lado que a mi me atañe, la posibilidad de querer gustar, de ser valorado o apreciado, etc., en definitiva quedar atrapado en la dinámica de los egos.
La cuestión la he percibido clara: ¿Qué quiero comunicar? ¿Mi persona individual o Aquello que la mueve y le da la existencia, que en definitiva es lo mejor que le ha sido dado y que ahora tiene la opotunidad de comunicarse a través suyo?
Hace ya muchos años asistí a unas conferencias sobre la fuerza del testimonio. Me marcaron. Empecé ya entonces a intuir la fuerza y la importancia de la presencia, aquello que se da más allá de las palabras y que pertenece más al lenguaje no verbal que al verbal. Esto se me iba confirmando a medida que iba conociendo a personas que vivían en un estado de consciencia despierto. Me daba cuenta de que lo que me atraía de ellas no era tanto lo que decían sino el cómo lo decían: su armonía, su irradiación, la libertad interior, la serenidad, etc., que mostraban. En definitiva, todo lo que había tras las palabras.
El ermitaño de Montserrat, el P. Estanislau, era para mi, en aquel momento, el exponente más claro de todo esto, lo que me permitió ya entonces darme cuenta de que a aquella transparencia, a aquella simplicidad, se llegaba más por el vaciamiento, por el desaparecer i dejar hacer, que por el deseo de tener protagonismo, aceptación, reconocimiento, etc., para lo cual la mente siempre está a punto.
Ramana ponía el ejemplo del viajero que sube al tren y que para tener la sensación de que llega antes se pone a correr arriba y abajo por el mismo tren, cuando si se sentara confortablemente y descansase, llegaría igual. Yo no entiendo este ejemplo como una invitación a la inacción o a la pasividad, sino como un recordar que la actitud interior más efectiva es la de la paz que proviene de la confianza absoluta en la Vida, más bien que la tensión que acompaña al protagonismo superficial.
El ego, a través de la mente, no quiere creer que su relación y comunicación con los demás será mucho más eficaz si se aparta, si calla, en cierta manera, si desaparece, en vez de resistirse a perder protagonismo.
En definitiva, la gran pregunta es: «¿qué quiero comunicar: a mi mismo o Aquello que da sentido a mi vida? Si se trata de lo segundo, deja que sea Él o Ello mismo el que se encargue!!»
Parece una postura fácil, por simple, pero no lo es para un yo individual acostumbrado a tener el control y la última palabra de todo lo que vive.
Entrar en esa última actitud quiere decir entrar en el ámbito del no saber , del no deseo, del fluir sin expectativas. Es el resultado de haber «saltado a la otra orilla«, usando la imagen oriental.
Cuando dejamos espacio al Ser para que se manifieste, lo hace a través de nuestra persona, de una manera suave y poderosa al mismo tiempo, de tal manera que necesariamente algo resonará en lo más interior del otro, sea consciente o no. Si queremos realmente compartir con los demás lo más rico y profundo que nos ha sido dado, es la fuerza de la Presencia lo que lo hará. Para vivirlo, como decía, sólo basta callar interiormente y dejar hacer. Eso no quiere decir necesariamente silencio de palabras, pero si éstas aparecen, serán más fruto de la inspiración que proviene de un corazón despierto que de una mente pensante, por inteligente, informada y lúcida que sea ésta: Sólo el Ser despierta al Ser.