“Somos partes, porque en el momento que nacemos nos separamos de nuestra creadora para ser, pasamos de la simbiosis a la individualidad.
Somos partes, porque cada cabeza es un mundo y el mundo se construye de estas cabezas, hay tantas opiniones como seres humanos han pasado por la tierra.
Somos partes que conforman un todo”
Durante nuestra primera infancia, poco a poco, con cada vivencia se compone nuestra personalidad. El origen de la estructura emocional y mental que hoy nos sostiene, está en aquellos años donde precisamente el mundo se reducía al hogar, a los cuidadores, hermanos y personas frecuentes. Las vivencias se acumulan y se convierten en experiencia, en el dinamismo familiar se gestan líneas de pensamientos, expresión de emociones, mandatos, heridas, herramientas para sobrellevar la adversidad y muchas otras variables de las cuales no solemos ser conscientes hasta entrados ya en la etapa adulta.
No todo está dicho por nuestra historia, si fuese así, el final sería predecible y muy aburrido ¿Qué elemento nos hace cambiar los patrones aprendidos?… Nuestra esencia, nuestro yo. Hay una fuerza interior que nos mueve, que nos hace desear, que nos hace cuestionarnos y esto es innato. Los seres humanos podemos pasar por una amplia gama de sentimientos en periodos relativamente cortos, si el mandato aprendido es “la tristeza no está permitida”, intentaremos ser fieles a éste, siempre y cuando no lo cuestionemos, y escribo intentaremos porque normalmente la tristeza acumulada se manifiesta en otras formas: enojo, ansiedad, enfermedades crónicas, insomnio y un largo etcétera. Si todo esto es ignorado nuestro cuerpo y mente hablaran de una u otra forma.
¿Cómo puedo saber que algo no está bien? El problema es cuando no ponemos conciencia en la estructura que hemos formado, por tanto la cristalizamos y cada vez nos es más difícil visualizar nuevas formas para resolver, para actuar y para acomodar todo lo que nos va pasando. Es como si tuviésemos una sola llave e intentáramos abrir todas las puertas con ella, es imposible y se invierte mucha energía en ello. Como seres en movimiento hay muchos aspectos de nuestra vida que van evolucionando aunque no seamos conscientes de ello, las frases como “yo soy así”, “yo siempre he sido así”, “es tarde para cambiar” deben ser revisadas una y otra vez.
¿Cómo puedo comenzar a hacer cambios? La respuesta, como seguro lo intuyes, no es fácil. Y es mejor ir por partes… tus partes. Si, si, tu personalidad no es un bloque impenetrable, está conformada por diferentes personajes. El juez, la hija buena, el aventurero, la sabia, la permisiva, el padre dador, el padre castigador, la niña traviesa y un sinfín más. Con el tiempo algunos personajes logran más protagonismo y suelen estar más presentes sin dar espacio a los otros para que equilibren la jugada. La ventaja de identificar todo esto es que, para empezar, hay partes tuyas donde puedes confiar para apoyarte y veras que hay otras que necesitan de tu atención y cuidado. Tener esto presente hace la gran diferencia cuando afrontas un evento estresante o al relacionarte con otros.
Conocer todas las partes, desde las más luminosas hasta las más sombrías es una tarea de autocuidado y amor propio, hay que conducirnos por la vida cogiéndolas y acogiéndolas con ternura, desde la calma, desde el/la adulto/a. Reconocerlas es aceptar que existen para después transformarlas, hacerlas nuestras aliadas.