Para John Bowlby, los duelos (por ausencia, fallecimiento u otras circunstancias familiares) con las figuras de apego, atraviesan unas etapas en los niños y luego en los adultos cuando se revive la situación de pérdida:
1º-Protesta, enfado, ira, rabia, búsqueda de la persona que nos ha abandonado desde la negación y la impotencia. Tenemos ganas de que el adulto vuelva para poderle reprochar su abandono y que este no vuelva a ocurrir.
2º-Desesperación, uno va siendo consciente de que por más que proteste o se enfade, la figura de apego no vuelve, no está disponible para nosotros y se desespera, aquí entrarían las emociones de tristeza, desánimo, ansiedad, pereza, aburrimiento, desilusión y falta de esperanza.
3º-Apartamiento de la figura de apego o desapego. Si finalmente la figura de apego reaparece o vuelven a encontrarse situaciones en la vida donde nos relacionamos con otras personas, tenderemos a la ambivalencia, no nos fiaremos, haremos que no nos importa el otro. En la etapa adulta esto se traduce por el mecanismo de defensa de la ausencia de afectividad, la frialdad afectiva, la represión del hambre de cariño por el adulto que nos ha decepcionado.
Es sorprendente, pues el niño que ha sido privado de una figura importante de referencia, tenderá a reproducir esta secuencia con las personas a las que conozca en su vida adulta o bien a presentar síntomas y problemas relacionales, como consecuencia de dicha privación.
Cuanto más larga es la privación o menos se ha trabajado el duelo, en el caso del fallecimiento de un miembro de la familia, más problemático resultará integrar esta situación, pues el niño no puede explicarse el motivo de la ausencia y nadie le da información, ni le sustenta su dolor, lo que después como adulto, revivirá probablemente, sin saber conscientemente el motivo de la herida.
Es por ello importante poder dialogar con las figuras de nuestro entorno acerca de nuestros sentimientos, deseos, emociones y expresar con claridad nuestras necesidades, así como entender los motivos antiguos que pueden estar en la base de las ambivalencias (lo tomo, aunque me abandona; me enfado para ver si me entiende; no me acerco pq no me fio) y las dificultades para dar y recibir amor desde el respeto, la negociación y la mutua comprensión.
A menudo cuando las personas tenemos una ruptura de pareja o de amistad, un cambio, una perdida significativa, nos podemos sentir tristes, nerviosos, irritados, enojados, atravesar estas etapas es normal y es bueno podernos validar en estas emociones, no querer evitarlas, sino poder tolerarlas, para poderse recuperar poco a poco.