¿Cuántas veces hemos querido desconectar, relajarnos, después de un día de trabajo intenso y no lo conseguimos? Días llenos de reuniones, concentración frente a la pantalla del ordenador…al llegar a casa estamos irritables y por la noche nos cuesta conciliar el sueño. Cuando esta situación se repite con frecuencia, el estrés se cronifica y quedamos en un estado de alerta, permanentemente activados.
¿SABES SI SUFRES ESTRÉS CRÓNICO?
Lee atentamente esta lista y marca las casillas de tus síntomas:
- Problemas cardiovasculares
- Hipertensión
- Diabetes
- Obesidad
- Patologías digestivas
- Eczemas y problemas de piel
- Disfunciones menstruales
- Insomnio
- Ansiedad, depresión
- Adicción a sustancias
- Cansancio
- Problemas de memoria
- Irritabilidad, cambios de humor
¿Has marcado más de 3 opciones? Es muy probable que la respuesta sea SI, sufro estrés crónico.
Es habitual que al preguntar a alguien sobre su nivel de estrés nos responda refiriéndose a su estado emocional …pero en realidad, el estrés, según la definición de la OMS, es «el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción».
Los principales actores de este proceso son nuestros mensajeros internos: el sistema nervioso autónomo (que actúa independientemente del nivel consciente y regula el funcionamiento de glándulas y órganos) y las hormonas, especialmente el cortisol y la DHA que se segregan en las glándulas suprarrenales.
El sistema nervioso autónomo se compone de dos partes que, en condiciones óptimas actúan de forma armónica: el sistema nervioso simpático nos activa y el parasimpático nos relaja. Esta acción coordinada nos permite tener un comportamiento adaptado a los cambios, tanto externos como internos.
¿Qué ocurre cuando nos enfrentamos a exigencias que nos sobrepasan y que requieren una gran activación (huir o luchar, estar en alerta…)? Se activa el sistema simpático y se inhibe el parasimpático.
Pero cuando esta situación se prolonga en el tiempo y supera nuestra capacidad de reacción… disminuye la posibilidad de relajarnos y quedamos encallados en una activación simpática, sin poder bajar el estado de alerta. Y aquí es cuando se desencadenan los problemas de salud mencionados en la lista inicial.
Biológicamente estamos preparados para reaccionar a cambios bruscos, aunque intensos y breves en nuestro entorno. En nuestra sociedad en cambio, predominan situaciones de estrés prolongado: los problemas laborales y económicos o los que surgen en las relaciones familiares y sociales. Las enfermedades crónicas, las pérdidas y duelos son también causas importantes de estrés crónico.
No podemos dejar de mencionar el papel que juegan los cambios que ha introducido la tecnología en nuestra vida, que nos alejan del ritmo natural y afectan al funcionamiento de la regulación nerviosa y hormonal: el uso excesivo de pantallas, que mandan señales de luz de día (luz azul) a nuestro cerebro a cualquier hora del día o la noche y la exposición permanente a campos electromagnéticos.
Ciertamente, es imposible modificar nuestro entorno a voluntad, pero si podemos mejorar nuestra respuesta a los cambios, incluso si hemos vivido situaciones extremas (como guerras, desastres naturales, accidentes, abusos, maltrato físico o psicológico, abandono, bullying o mobbing que pueden condicionar nuestro comportamiento).
La buena noticia es que el sistema nervioso autónomo se puede entrenar
¿Cómo?
La mejor forma de regular el estrés es tonificar el sistema parasimpático: ahora sabemos que tonificar el nervio vago, el principal responsable de la actividad parasimpática, es una fantástica estrategia para devolver la flexibilidad a nuestro comportamiento y aumentar la resiliencia.
Actividades cotidianas como cantar, hacer gárgaras con fuerza, acabar la ducha diaria con 1 minuto de agua fría o respirar pausada y profundamente mejoran el funcionamiento del nervio vago; practicar yoga, meditación o mindfulness también. Y existe un entrenamiento muy efectivo para regular nuestro sistema nervioso autónomo y conseguir un buen manejo del estrés a largo plazo: el entrenamiento de la coherencia cardiaca.
Es decir, podemos abordar el estrés trabajando sobre sus consecuencias (físicas y emocionales) al mismo tiempo que entrenamos el sistema nervioso autónomo y mejoramos conscientemente nuestros hábitos. En poco tiempo notaremos la diferencia en nuestro nivel de energía física, nuestro bienestar emocional y en la calidad de nuestras relaciones personales.