Todos tenemos algún rasgo narcisista y es algo normal, que puede mostrar una falta de madurez emocional en alguna dimensión de la personalidad y de las relaciones personales. Otro asunto bien diferente es haber desarrollado un trastorno de personalidad y que debido a su sutileza pase desapercibido. El narcisismo encubierto tiene características similares con el narcisismo prototípico, pero en este tipo no se da la teatralidad, la farsa y el exagerado sentido de importancia personal. Son personas aparentemente sigilosas, retraídas, introvertidas, tímidas o modestas donde predomina un poso de vergüenza y culpa que fue inoculado en la infancia cuando estaban en pleno desarrollo. Aunque en el fondo presentan el mismo egocentrismo y falta de empatía que encontramos en el narcisista común, otros rasgos están superficialmente suavizados. Conviven con la vergüenza y la culpa junto con la voz grandiosa, y durante toda su vida lidian con un conflicto constante entre la voz interna, humillada, que representa la inferioridad, y el yo grandilocuente y omnipotente que necesita adulación para conservar cierta integridad.
Cuando se instaura el trastorno en la niñez viene dado por una negligencia de los padres, debido a una no correspondencia entre las necesidades del niño y lo que los padres le proporcionan. El pequeño necesita humanidad, necesita que, ante un fallo, un error, se le muestre amor incondicional, ya que es crucial para su desarrollo emocional. En el apego seguro es donde sus necesidades se van a ir cubriendo por unas figuras de referencia como son los padres que van a estar ahí para mostrarle ese apoyo. El niño puede fallar en algo en concreto (escuela, deporte, tareas del hogar) y es donde la figura referencial de apego tiene que mostrar desacuerdo o enfado, pero que a pesar de ello es capaz de ofrecer también su amor y su cariño, como base para un desarrollo psíquico sano.
Todo esto en las personas que han desarrollado trastornos de personalidad narcisista ha sido vulnerado de forma constante por los padres, cuidadores o figuras de apego. Mediante los refuerzos intermitentes, que oscilan entre un día determinado, mostrarse cariñosos, pero al día siguiente, ser cambiantes y, manifestarse hostiles. O puede ser también que se muestren inseguros en sus juicios, o la escucha se realice de manera egoísta o sesgada, teniendo unas pretensiones del niño fantasiosas, casi inalcanzables o exageradamente desproporcionadas. Cualquiera de este tipo de respuesta de los padres ante una demanda de los hijos es perjudicial para la salud y está desajustada.
Por lo que nos encontramos desde padres que lo que pretenden es que el niño obedezca a sus deseos distorsionados (ser brillantes en la vida adulta, encajar con estereotipos sociales imposibles), como por ejemplo ser ingenieros brillantes, deportistas de elite, empresarios exitosos, etc. La educación que ofrecen es como si todo eso fuera lo principal, lo importante, lo valioso y lo que realmente da sentido a la vida. La manera de actuar de estos referentes en la relación familiar gira en torno a la fantasía distorsionada que pretende poner a los niños en un pedestal de logros y lo que están haciendo es ponerle un peso y unos impedimentos de por vida.
Por otro lado, está la otra forma de negligencia o abandono emocional que se basa en no satisfacer o atender las necesidades emocionales del niño, obviándolas. Las deficiencias de ambos tipos de crianzas en el desarrollo generarán el mecanismo narcisista que no es más que una defensa desproporcionada de autoprotección. Lo que sucede ante este déficit de respuestas adecuadas, es que la mente genera esa defensa donde ya no van a ser ellos los evaluados, ni los minimizados, ni los humillados, ni los avergonzados, ni los que sufren daños, sino que van a empezar a mostrarse con todas las cualidades opuestas. Pasan a verse a sí mismos como personas con grandes dotes, que están por encima del que tienen enfrente, grandiosos, omnipotentes y absortos en sí mismos.
Todo lo contrario a lo que le han hecho sentir y ese es el patrón distorsionado o patológico que se va a ir instaurando a medida que los padres le ofrecen al niño un refuerzo intermitente de muy baja calidad, lleno de contradicciones, incertidumbres y ansiedad. Esto generalmente aparece, se fragua y cristaliza a lo largo de la infancia y de la adolescencia como mecanismo defensivo patológico. Los conduce a considerarse por encima y no por debajo de los demás, lo contrario a lo que ocurrió con sus cuidadores cuando les trataban mal. La dinámica era que los adultos estaban arriba con su abuso y ellos estaba abajo para satisfacer sus demandas.
Para la persona narcisista no va a haber término medio, es todo dicotómico (blanco o negro) o domina o es dominado, no existe otra concepción en su mente debido a esta defensa. El problema es que esta voz grandiosa que está allí para defenderle no ha sido capaz de silenciar la humillación y vergüenza intensa que siente de fondo, no puede ocultarla, ni desvanecerla. Lo que hace que se recluyan antes las críticas y antes situaciones donde ve que no puede satisfacer la sed de esa voz grandiosa. Encuentran a todo el mundo competidor u hostil y quieren rivalizar ya sea en el trabajo, en el amor, en la amistad o en cualquier área, pero no suelen ejecutar las acciones por miedo a no conseguirlo y ser ridiculizados como en el pasado. Son personas egodistónicas que no se gustan a si mimas a diferencia del otro tipo de narcisismo donde si están satisfechos con su grandiosidad.
Necesitan atención, adulación y refuerzo del yo fantasioso, falso, a través de otras personas, para fijar en el mundo su memoria y que este se dé cuenta del legado, de la importancia, de lo valiosos que son a modo de constatar y legitimar toda esa grandiosidad y ese valor personal. Cuando alguien que colma aparentemente esas necesidades termina agotado de dichas demandas poniéndose en su sitio y dejando de cumplir esa función, empiezan a ser una fuente de suministro inestable para su ego. Por tanto, sí esa dinámica sucede a lo largo del tiempo, terminan buscándose otra fuente de abastecimiento que cumpla sus necesidades, dejando de lado a las personas cuando ya no pueden utilizarlas para su propósito.
Son rígidos y les cuesta cambiar, les cuestan los aprendizajes nuevos, reconocer sus defectos y aunque los reconozcan son como una máscara. No hacen nada para ir en contra del yo grandioso, y la desconfianza hacia el mundo que les genero ese tipo de crianza es el trasfondo de esas personas. Son muy suspicaces y necesitan controlar a los otros a través de la manipulación y la falsa humildad. Por lo que el objetivo principal con ellos es establecer límites sanos y crear una distancia saludable limitando las interacciones personales en la medida de lo posible.
«No hay nada tan vacío como estar lleno de uno mismo»